LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Marzo LATAM 2018

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.» (versículos 19-21). Con razón que el versículo 11 se ref iere a Abraham como: «padre de todos los creyentes» ¡Él es nuestro ejemplo de fe! Nosotros recibimos el cumplimiento de las promesas de Dios haciendo exactamente lo mismo. D eja mo s de fo c a l i z a r no s en l a s circunstancias contrarias y mantenemos nuestros ojos en la Palabra de Dios. Miramos lo que Él dice, en lugar de lo que nuestros síntomas dicen, o lo que el balance del banco dice, y hablamos de acuerdo a Su manera. Como el apóstol Pablo lo dijo en 2 Corintios 4:13: «Pero en ese mismo espíritu de fe, y de acuerdo con lo que está escrito: «Creí, y por lo tanto hablé», nosotros también creemos, y por lo tanto también hablamos». Ponte el abrigo Declarar la Palabra de Dios acerca de nuestra sit uación —además de perdonar a aquellos que habían pecado en contra nuestra (Marcos 11:25) y caminar en amor (Gálatas 5:6)— nos capacita para adherirnos al proceso de la fe. Hacerlo mantiene el poder de Dios operando en nuestras vidas hasta que experimentamos la plenitud de lo que Él nos ha prometido. Por otra parte, las palabras de duda o incredulidad provocan lo contrario. Estas interrumpen el proceso de la fe. Nos desconectan de la fuente poder y causan que nuestra fe se atasque. Esta es la razón por la que es tan difícil ministrarle sanidad a alguien cuando la persona insiste en continuar hablando de la enfermedad en su cuerpo. Ellos no pueden recibir lo que la Palabra dice que les pertenece, porque lo continúan alejando con sus propias palabras. Mientras continúen declarando "enfermedad y dolencias", realmente no existe manera alguna de hacer que sean sanados sobrenaturalmente. Es como tratar de ponerle un abrigo a alguien que no coopera. A pesar de que están sintiendo frio, y de que tienes una chaqueta para ayudarlos, no puedes ponérsela porque cada vez que tratas de colocarla sobre sus hombros, ellos los encogen. Si ellos no toman el abrigo y se lo colocan, sin importar lo que hagas, su condición no cambiará. L o mismo apl ica pa ra nosotros cuando se trata de recibir de parte de Dios. Él nos dijo que podríamos tener cualquier cosa que dijéramos. Así que Él necesita tener nuestras palabras para cambiar las cosas. Si no logra que declaremos palabras llenas de fe, no tendrá herramientas para trabajar en nuestra situación. Recuerdo una mujer que conocí en una ocasión que había estado enferma durante muchos años. Ella tenía un problema en su sistema inmunológico y hablaba al respecto cada vez que se le presentaba la oportunidad. En verdad era una persona muy callada, sin embargo, cuando comenzaba a hablar de sus problemas, nada la detenía. " M i si s tem a i n mu nológ ic o no funciona", decía. "Tuve una operación y algo salió mal. Mi sistema inmunológico se destruyó y ahora, sin importar qué hagan los doctores, sigo empeorando más y más". Esta querida señora era una creyente y amaba al Señor. Así que, cuando me contaba todo esto, también enfatizaba cómo Dios había estado a su lado. "Obviamente Dios quiere enseñarme algo a través de todo esto", me dijo, "y ha estado enseñándome fielmente ya por nueve años". "¡Nueve años!" le dije. "¿Has estado enferma nueve años? ¿Cuánto tiempo te tomará aprender lo que necesitas aprender?" Le hice esa pregunta para hacerla pensar. A continuación, le mostré en la Palabra que Dios no estaba detrás de la enfermedad que padecía. Le mostré en las escrituras que la enfermedad es parte de la maldición de la que nosotros, como creyentes, hemos sido redimidos; que Dios nos ha provisto sanidad a través de Jesucristo y que ella simplemente podía creer y recibirla. Parecía estar feliz de escuchar lo que la Biblia decía, pero, aun así, continuaba hablando de lo enferma que estaba. Fue verdaderamente frustrante. Mientras la escuchaba, me imaginaba que aun Dios mismo quería interrumpirla. Me imaginaba que quería decirle: "¡Deja de hablar de esa enfermedad y debilidad! Comienza a declarar Mi Palabra sobre tu cuerpo. Si tuvieras fe, ¡lo podrías decir, y te obedecería!" Esto es algo que todos necesitamos escuchar en algunas ocasiones. Todos nosotros, como creyentes, necesitamos recordar por medio de la Palabra de Dios que: «La muerte y la vida están en el poder de la lengua» (Proverbios 18:21, RVA-2015) y que: «con el corazón se cree para alcanzar la justicia» (y todas las BENDICIONES que esto conlleva), «pero con la boca se conf iesa para alcanzar la salvación» (Romanos 10:10). Esa es una ley espi r it ua l y no cambiará. Nosotros tendremos aquello que decimos. Si ponemos la Palabra de Dios en nuestro corazón y la declaramos con nuestra boca, podremos vivir días del cielo en la Tierra (Deuteronomio 11:21). Jesús ya ha hecho Su parte para que esa vida celestial esté disponible. A través de Su muerte y resurrección, Él recobró para nosotros todo lo que Adán había perdido con la caída. Él llevó nuestras enfermedades y cargó nuestras dolencias (Isaías 53:4). Él se hizo pobre para que nosotros pudiéramos ser ricos (2 Corintios 8:9). Él pagó el precio para que, por medio de la fe, nosotros podamos vivir nuestra vida en victoria (1 Juan 5:4). S i no e s t a mo s c a m i n a n d o e n victoria en algún área de nuestra vida, es simplemente por la incredulidad. E s p orq u e no he mo s d e c l a r a d o consistentemente la palabra de fe en esa área. La parte de declarar es nuestra responsabilidad. Es la manera en la que nos aferramos a todo lo que nos pertenece en Cristo. ¡Así que, adelante y sigue haciendo tu parte! Aun si pareciera como si nada estuviera pasando, mantente declarando palabras de fe hasta que éstas creen en tu interior una imagen que viene del cielo. Después, continúa declarando esas palabras hasta que esa imagen en tu interior cambie las cosas en el exterior. ¡Ad h iérete a l proce so! Pronto, la higuera que te ha estado dando problemas, se secará. La montaña de enfermedad y escasez se moverá. Las cosas por las que has creído que recibirás se manifestarán y el resultado de tu fe se hará visible. LV V C : 1 5

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