LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Agosto LATAM 2019

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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relación con el Señor. Cuando todos los que nos rodean están de acuerdo con nosotros, podemos vanagloriarnos. Podemos convertirnos en leyendas en nuestras propias mentes y pensar que ya no estamos sujetos a los mandamientos de la Biblia. Podemos creer que somos tan especiales, y que no seremos afectados negativamente por el pecado. Lamentablemente, los líderes de este ministerio en particular cayeron en esa mentalidad. Con el tiempo, se involucraron en comportamientos inmorales y el ministerio fue destruido. Cuando todo salió a la luz, la gente se horrorizó. "¿Cómo podría un ministro tan reconocido caer en un pecado tan impactante?", se preguntaban. "¿Cómo suceden ese tipo de cosas?" Suceden poco a poco. Un pequeño pecado aquí, del cual no se arrepintió, lleva a un poco más de pecado allí, del cual tampoco se arrepintió. A medida que los pecados se acumulan, el corazón se endurece. Deja de hacer sonar la alarma, y el creyente en pecado sigue alejándose cada vez más de la luz y hacia la oscuridad. No importa cuán lejos en la oscuridad llegue el creyente; si se arrepiente, Dios lo recibirá con los brazos abiertos y lo ayudará a volver a encarrilarse. Y en el caso de estos queridos líderes cristianos, así es como terminó la historia. Pero la verdad de la que debemos aprender es que ese no siempre es el caso. A veces los creyentes que voluntaria y persistentemente eligen pecar llegan al lugar donde sus corazones están tan endurecidos, que ya no tienen ningún deseo de arrepentirse. Podrían arrepentirse si tan solo lo hicieran… pero no quieren. Kenneth E. Hagin solía contar una historia sobre una mujer a la que le ocurrió precisamente eso. Ella era la esposa de un pastor con una hermosa voz que había pasado años cantando en la iglesia. Un día, el diablo comenzó a susurrarle al oído, diciéndole que se estaba perdiendo algo mejor. "Eres una mujer hermosa", le dijo. "Podrías tener cualquier cosa que quisieras. Podrías ser una estrella de cine. Tu vida está siendo totalmente desperdiciada en este lugar." Por un tiempo ella resistió las mentiras del diablo, pero él siguió regresando y hablándole, y finalmente ella le prestó el oído. Comenzó a pensar en lo que estaba diciendo, y se arraigó en su mente. Lo recibió a tal punto que dejó a su esposo y le dio la espalda al Señor. Ella rechazó las súplicas del Espíritu Santo y de los propias obras. Lo amo porque por la gracia de Dios, todas Sus promesas y bendiciones son mías en Cristo Jesús. Pero, ¿sabes qué más amo de la gracia? Me gusta la manera en que se expone en Tito 2: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para la salvación de todos los hombres, y nos enseña que debemos renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y vivir en esta época de manera sobria, justa y piadosa, mientras aguardamos la bendita esperanza y la gloriosa manifestación de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.» (versículos 11- 13). No estoy segura de que hablemos lo suficiente en estos días sobre ese aspecto de la gracia. Pero deberíamos hacerlo, porque todos los aspectos de la gracia trabajan en conjunto. Para que el favor divino de Dios obre en nuestras vidas, la gracia de Dios que nos enseña a negar la impiedad también debe estar en funcionamiento. Para que experimentemos la gracia que nos permite ser bendecidos y ser de bendición, también debemos abrazar la gracia que nos permite vivir en santidad. Sin miedo al respecto Entiendo que la palabra santidad asuste a algunos creyentes, pero realmente no debería hacerlo, porque para nosotros no hay nada que pueda asustarnos. No representa un estándar increíblemente alto que seguramente no podamos alcanzar. La palabra santo simplemente significa: "estar separados para Dios, extraídos del resto del mundo y apartados para Él". La santidad simplemente se refiere a la conducta que se corresponde con esa separación. Fuiste santificado cuando naciste de nuevo; por lo tanto, vivir en santidad debe ser normal para ti. Sólo debes vivir lo que Dios ya ha hecho en ti. Debes actuar en el exterior lo que ya eres en el interior. Debes tomar dominio sobre tu carne, sometiéndote a tu hombre interior y viviendo en armonía con el Espíritu Santo. Muchos creyentes no se dan cuenta de esto, pero una de las principales misiones del Espíritu Santo es guiarnos a "mortificar" las tendencias pecaminosas de nuestra carne y vivir vidas santas. Constantemente nos ayuda a hacerlo porque entiende (incluso si a veces no lo sabemos) la importancia del asunto. «Porque si ustedes viven en conformidad con la carne» comienza Romanos 8:13- 14, «morirán; pero si dan muerte a las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán. Porque los hijos de Dios son todos aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios.» En tu vida cristiana, cada vez que te metiste en problemas al rendirte a tu carne, tuviste que anular la guía del Espíritu Santo para hacerlo. Cada vez que te equivocaste y caíste en pecado, tuviste que ignorar Su voz tranquila y apacible, la misma que te estaba hablando y diciendo constantemente que no lo hicieras. Pero no solo estaba hablándote. Él también estaba poniendo a tu disposición el poder que necesitabas para hacer lo que Él te estaba diciendo. Sin embargo, por algún motivo, no elegiste usarlo. Ya sea por inmadurez espiritual o porque sólo querías hacer las cosas a tu manera, elegiste el pecado. Todos lo hemos hecho a veces, y como todavía estamos creciendo y madurando espiritualmente, lo haremos nuevamente de vez en cuando. Cuando eso ocurre, gracias a Dios, podemos arrepentirnos y recibir el perdón del Señor, el cual está siempre a la espera por nosotros, sin importar lo que hayamos hecho. Aun así, no queremos volvernos frívolos al respecto. No queremos empezar a pensar que el pecado no es un gran problema, o que podemos persistir voluntariamente en él y que no habrá que pagar ningún precio por hacerlo. Eso no es cierto. El pecado es un destructor. La Biblia lo dice, y lo he comprobado una y otra vez. Recuerdo un ministerio que visité hace muchos años. Estaba bastante bien cuando estuve allí, pero durante mi visita me preocupé por ellos. Aunque no vi nada que fuera flagrantemente pecaminoso, una actitud casual hacia la santidad se había infiltrado entre los líderes. Parecían estar inclinándose hacia el espíritu del mundo. Después de regresar a casa, me di cuenta de que esos líderes no tenían a nadie a su alrededor que los alertara del problema. Se habían rodeado de un equipo que cobraba su sueldo y que solo les decían lo que querían escuchar. Era una situación peligrosa, tal como lo sería para cualquiera de nosotros como creyentes. Todos necesitamos de personas a nuestro alrededor que nos digan la verdad en nuestras vidas. Todos necesitamos amigos y mentores cristianos que nos amen lo suficiente como para decirnos cuando nos vean retroceder en nuestra 1 4 : LV V C

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