LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Noviembre LATAM 2019

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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CONSEJOS PRÁCTICOS: C 1 Como parte del Cuerpo de Cristo, el ministerio de Jesús es ahora tu ministerio, por lo cual estás llamado a hacer lo mismo que Él hizo. Hechos 10:38 2 Toda autoridad en el cielo y en la tierra le pertenece a Jesús y Él te ha delegado esa autoridad como Su discípulo. Mateo 16:19 3 Jesús no te ha dejado solo; Él está allí ministrando contigo en todo momento por medio de Su Espíritu. Mateo 28:19-20 4 El reino de Dios no está en algún lugar recóndito del cielo; aunque no puedas verlo, está en ti y a tu alrededor todo el tiempo. Lucas 17:21 (Biblia Amplificada, Edición Clásica) 5 A medida que proclamas las buenas nuevas y compartes con la gente que «el reino de Dios se ha acercado.» tal como lo hizo Jesús, Dios hará maravillas a través de ti. Marcos 16:17-18 Ten cuidado de los expertos ¿Me dejas prevenirte? Si quieres que el cielo se abra paso en tu vida, ¡debes tener cuidado de los expertos! Debes tener cuidado con las personas que tienen mucha información religiosa y, sin embargo, dudan y disputan la Palabra de Dios. ¡No encontrarás el poder de Dios fluyendo entre esas personas! Descubrirás que Su poder se mueve entre personas como el hombre paralítico y sus amigos. Simplemente creyeron y actuaron sobre las buenas noticias que habían escuchado acerca de Jesús. Dejaron de lado el razonamiento y decidieron que obtendrían un milagro de Su parte, incluso si tuvieran que arrancar el techo de Su casa para hacerlo. ¿Cuál fue el resultado? Jesús vio su fe y respondió. Perdonó al hombre enfermo de sus pecados y les dijo a los fariseos y los doctores de la ley: «¿Por qué cavilan en su corazón? ¿Qué es más fácil? ¿Que le diga al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o que le diga: "Levántate y anda"? Pues para que ustedes sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, éste le dice al paralítico: "Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa."» Al instante, aquel hombre se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en la que había estado acostado, y se fue a su casa alabando a Dios.» (versículos 22-25). ¡Ese hombre paralítico no era un experto! Era el tipo de persona que vemos muchas veces en la escuela de sanidad en nuestras convenciones. Simplemente están enfermos y necesitan sanarse; no vienen a discutir sobre doctrina. No les importa si oramos en lenguas o lo que sea; si podemos sanar sus cuerpos, eso es todo lo que les importa. Por ejemplo, recuerdo a un hombre hace algunos años, que vino a la escuela de sanidad y nunca antes había estado en una reunión estilo pentecostal. Se apareció en la línea de sanidad y antes de que yo pudiera imponerle las manos y orar, se arrojó al suelo. "¿Qué haces?" le preguntó el ujier. "Bueno", respondió mientras observaba la fila de personas que habían caído bajo el poder de Dios. "Pensé que esto era lo actuado de una manera demasiado natural. En lugar de estar conscientes del reino de Dios, esperando su manifestación en nuestras vidas de manera milagrosa, hemos mantenido nuestras expectativas a un nivel "razonable". Incluso en nuestras oraciones, tendemos a pedirle a Dios que haga aquello que creemos lógico basados en las circunstancias. Hemos razonado y pensado: Bueno, veo cómo Dios pudo hacer esto, pero no visualizo cómo podría hacer algo extra. Sería imposible. ¿Imposible? «¡Para Dios todo es posible.» (Mateo 19:26)! Él es capaz de hacer en exceso, abundantemente, más allá de lo que podamos pedir, pensar, soñar, esperar o desear. Simplemente no le hemos ofrecido muchas oportunidades. Lo hemos limitado al tratar de resolver las cosas con nuestras mentes en lugar de simplemente creer Su Palabra con nuestros corazones. Y eso nos ha costado demasiado, al igual que les costó a los fariseos y a los doctores de la ley durante el ministerio de Jesús. ¿Alguna vez leíste sobre ellos en Lucas 5? Estaban presentes en la casa de Jesús el mismo día que sanó al hombre paralítico que descendió desde el techo. Fueron testigos de ese gran milagro, escucharon a Jesús enseñar, y aun cuando «el poder del Señor estaba con Jesús para sanar» (versículo 17), ¡ninguno de ellos fue sanado! ¿Por qué? Porque estaban demasiado ocupados en su rol de "fariseos y doctores de la ley" como para darle a Dios una puerta de acceso y que así obrara en ellos. Estaban demasiado ocupados en su rol de expertos, tratando de descifrar si Jesús obraba doctrinalmente de manera correcta, y no pudieron simplemente recibir de Su parte por medio de la fe. Cuando Jesús le dijo al hombre paralítico que sus pecados le eran perdonados, en lugar de regocijarse y creer en lo que Jesús dijo, «los escribas y los fariseos comenzaron a murmurar, y decían: "¿Quién es éste, que profiere blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados? ¡Nadie sino Dios!"» (versículo 21). Algunos cristianos todavía consideran que los milagros son fenómenos extraños. Pero Jesús nunca pensó de esa manera.

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