LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Noviembre LATAM 2019

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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Una vez que le hayas dado al SEÑOR ese tipo de alabanza, estarás listo para pedir con fe lo que necesites. Podrás depositar el problema directamente en Sus manos y esperar que te brinde la solución, tal como lo hizo Josafat. Él finalizó su oración ese día pidiéndole a Dios que tratara con la gente de Amón, Moab y del monte Seir, que estaban a punto de lanzar un ataque sin provocación en contra de Judá. Al recordarle a Dios que Judá nunca había dañado a esas naciones, sino que las había dejado en paz, Josafat hizo esta solicitud: «¡y ahora ellos nos pagan tratando de arrojarnos de la tierra que tú nos diste en propiedad! ¡Dios nuestro! ¿acaso no los vas a juzgar? Nosotros no tenemos la fuerza suficiente para enfrentar a ese gran ejército que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer, y por eso volvemos a ti nuestra mirada!» Todo Judá estaba de pie delante del Señor, con sus mujeres y sus hijos.» (versículos 11-13). Alabando sin medida ¿Qué pasó a continuación? ¡Dios apareció en escena! (Él siempre aparece cuando Su pueblo lo alaba y se vanagloria de Él). Se movió en medio de la congregación y se manifestó a través de uno de los profetas allí presentes, entregando un mensaje para la gente: «¡Escúchenme ustedes, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Y escúchame tú, rey Josafat! El Señor les dice: "No tengan miedo ni se amedrenten al ver esta gran multitud, porque esta batalla no la libran ustedes, sino Dios. Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes caerán sobre ellos… En este caso, ustedes no tienen por qué pelear. Simplemente quédense quietos, y contemplen cómo el Señor los va a salvar. Judá y Jerusalén, no tengan miedo ni se desanimen. ¡Salgan mañana y atáquenlos, que el Señor estará con ustedes!"». Entonces Josafat se inclinó de cara al suelo, lo mismo que todos los de Judá y los habitantes de Jerusalén; se postraron delante del Señor, y lo adoraron. Luego se levantaron los levitas coatitas y coreítas, y a gran voz alabaron al Señor y Dios de Israel. (versículos 15-19). Observa, una vez más, lo que hicieron después de que Dios habló. Alabaron a viva voz. Creyeron lo que les dijo y lo alabaron como si la batalla ya estuviera ganada, incluso antes de que comenzara. Tampoco se detuvieron allí. Al día siguiente, antes de partir para encontrarse con el enemigo, Josafat volvió a hablarles y les dijo: «¡Escúchenme, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Crean en el Señor su Dios, y serán invencibles; crean en sus profetas, y obtendrán la victoria!» Después de reunirse con el pueblo para ponerse de acuerdo con ellos, Josafat nombró a algunos para que, ataviados con sus vestimentas sagradas, cantaran alabanzas al Señor, mientras el ejército salía con sus armas. Y decían: «¡Demos gloria al Señor, porque su misericordia es eterna!» (versículos 20-21). Leí esos versículos durante años y concluí que fue el Señor quien le dijo a Josafat que nombrara a esos cantantes. Sin embargo, no fue así. Fue la gente. Josafat los consultó y a ellos se les ocurrió la idea. Una vez que el equipo de adoración estuvo ensamblado, lideraron el camino cantando y alabando a Dios con el ejército detrás de ellos. Y mientras alababan, Dios entró en acción. Despachó a las huestes angelicales y salieron adelante y emboscaron a las fuerzas enemigas. Pusieron a los amonitas, a los moabitas y a la gente del monte Seir unos contra otros y lucharon entre ellos hasta que fueron completamente destruidos. Ninguno quedó en pie. Cuando llegó el ejército de Judá, ya no quedaba nadie para luchar. Encontraron el lugar lleno de cadáveres, y lo que es aún más sorprendente: «…Josafat y su ejército se dieron a la tarea de despojarlos, y entre los cadáveres hallaron muchas riquezas, y vestidos y alhajas preciosas, y todo eso lo tomaron para sí. Era tanto el botín de guerra que no se lo podían llevar, así que durante tres días estuvieron recogiéndolo.» (versículo 25). ¡Eso es algo extraño! ¿Por qué estos soldados enemigos habrían llevado tanto dinero con ellos a la batalla? ¿Qué podría haberlos motivado a pensar: Tengo una idea, llevemos todas nuestras joyas a la batalla? Es difícil de imaginar. Pero supongo que los ángeles 4 : LV V C ¡Así es cómo debes orar cuando estés en problemas! Comienzas diciéndole a Dios lo grande y maravilloso que es.

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