LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Diciembre LATAM 2019

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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LV V C : 9 Así como es de inspirador leer acerca de esas personas, también podemos aprender mucho de sus opuestos: aquellos que no hicieron lo que Dios dijo y que, como resultado, se perdieron LA BENDICIÓN que Él tenía reservada para ellos. Aquellos cuyas historias nos recuerdan lo que no debemos hacer y que nos hacen decir: "¡No quiero ser así!" Por ejemplo, enfoquémonos en Esaú. Probablemente recuerdes la historia. Era nieto de Abraham y podría haber sido uno de los grandes ejemplos a seguir de la fe del Antiguo Testamento. Nacido del linaje del hombre al que Romanos 4:16 se refiere como el padre de nuestra fe, no solo era un heredero del pacto abrahámico y miembro de la familia más rica y poderosa de la tierra, sino que estaba en posición de ser su principal heredero. En su condición de hijo mayor de Isaac, le pertenecía el derecho de la primogenitura. Sin embargo, tristemente, Esaú renunció un día a ese derecho al tomar una decisión muy tonta. Llegó a casa después de trabajar en el campo y, hambriento, al encontrar que su hermano Jacob había preparado un guiso, exclamó: "¡Estoy hambriento! ¡Dame un poco de ese guisado!" Lee la progresión de su conversación en Génesis 25:31-33, Nueva Traducción Viviente: «—Muy bien—respondió Jacob—, pero dame a cambio tus derechos del hijo mayor.» (versículo 31). «—Mira, ¡me estoy muriendo de hambre!—dijo Esaú—. ¿De qué me sirven ahora los derechos del hijo mayor?» (versículo 32). «Pero Jacob dijo: —Primero tienes que jurar que los derechos del hijo mayor me pertenecen a mí. Así que Esaú hizo un juramento, mediante el cual vendía todos sus derechos del hijo mayor a su hermano Jacob.» ¡Allí mismo tienes el ejemplo de un muy mal negocio! Esaú no estaba muriéndose de hambre. Solo tenía hambre. Su cuerpo quería comida, y la quería en este preciso instante. Pero en lugar de decirle que no a su carne, se dio por vencido. En lugar de confiar en que Dios le proveería de otra manera, cambió su BENDICIÓN de primogénito (sin mencionar su lugar en el salón de la fama de la fe), por una… sola… comida. "Bueno, esa es una historia muy triste", podrías decir, "pero está en el Antiguo Testamento. ¿Qué tiene que ver con nosotros, como creyentes del Nuevo Testamento?" Mucho porque, si no estamos atentos, podemos reproducirlo en nuestra propia vida. Podemos dejar que las exigencias de nuestra carne nos engañen para que tomemos decisiones incorrectas que nos impidan caminar en LA BENDICIÓN que nos pertenece como coherederos con Cristo. Podemos quitar nuestros ojos de quiénes somos en Él, dejar que lo bajo de nuestra carne nos engañe, y terminar cambiando la gran vida de Dios por una vida inferior sujeta a la gratificación temporal del cuerpo físico. No nos gusta pensar que podríamos llegar a hacerlo, pero el libro de Hebreos nos advierte que es un peligro que nos acecha. El mismo enumera en el capítulo 11 a los héroes del Antiguo Testamento que por fe vencieron ese peligro, y nos dice en el capítulo 12: «Por lo tanto, también nosotros, que tenemos tan grande nube de testigos a nuestro alrededor, liberémonos de todo peso y del pecado A todos nos gusta leer sobre los grandes héroes de la fe en la Biblia. Estudiamos cómo le creyeron a Dios, cómo le obedecieron y caminaron sobre la tierra en SU BENDICIÓN, lo cual nos inspira a seguir su ejemplo. Activa nuestra fe y nos hace decir: "¡Quiero tener esa misma vida!" ¡NO RENUNCIES A TU PRIMOGENITURA! p o r G l o r i a C o p e l a n d

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