LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Diciembre LATAM 2019

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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1 0 : LV V C BENDICIÓN de Dios. Nos roba la alegría, la paz y los muchos otros beneficios que nos ha brindado. Nos reduce al nivel del mundo, y el mundo no tiene nada bueno que ofrecer. Puede ofrecernos un placer temporal pero, a diferencia de los placeres de Dios que duran para siempre, los efectos placenteros del mundo se desvanecen rápidamente. Adicionalmente, también tienen algunos efectos secundarios negativos. «Porque la intención de la carne (o, en otras palabras, poner tu mente en las cosas de la carne) es muerte, pero la intención del Espíritu es vida y paz.» (Romanos 8:6). No es de extrañar que Dios diga: «no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente.» ¡No es de extrañar que quiera que dejemos de pensar como el mundo y que aprendamos a pensar cada vez más como Él! Cuanto más pensemos como Él, más hablaremos como Él y actuaremos como Él, y así es como operamos en Su vida de abundancia. Es así como tomamos posesión de nuestros privilegios y promesas del reino de Dios y manifestamos su maravillosa voluntad en la tierra como en el cielo. Dios no cambia con el paso del tiempo Nunca permitas que nadie te haga dejar de pensar como Dios lo hace. Lo que dice que está bien está bien y lo que dice que está mal está mal. Sus formas no cambian con los tiempos. Él es el mismo ayer, hoy y siempre, y lo que dijo en 1 Corintios 6 sigue siendo cierto hoy: «¿No se dan cuenta de que los que hacen lo malo no heredarán el reino de Dios? No se engañen a sí mismos. Los que se entregan al pecado sexual o rinden culto a ídolos o cometen adulterio o son prostitutos o practican la homosexualidad o son ladrones o avaros o borrachos o insultan o estafan a la gente: ninguno de esos heredará el reino de Dios. Algunos de ustedes antes eran así; pero fueron limpiados; fueron hechos santos; fueron hechos justos ante Dios al invocar el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.» (versículos 9-11, NTV). En esta cultura mundial actual, esos versículos no se consideran políticamente correctos. Especialmente cuando se trata del instrucciones dadas por el apóstol Pablo en Romanos 12, cuando dijo: «Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.» (versículos 1-2). Observa que esos versículos dicen que debemos presentar nuestro cuerpo como santo. La palabra santo significa "devoto a Dios". Se refiere a algo que está apartado para Él, para ser usado solo por Él y para Sus propósitos. El diezmo, por ejemplo, se llama santo en la Escritura, porque le pertenece a Dios y solo a Dios. Las personas que toman el diezmo y lo gastan en sí mismos están tomando dinero que no les pertenece. Literalmente le están robando a Dios (lee Malaquías 3:9). El Nuevo Testamento aplica el mismo principio a los cuerpos físicos de los creyentes. Nos dice que nuestros cuerpos no nos pertenecen. Son templos del Espíritu Santo y le pertenecen al Señor. Él nos dice en Su Palabra lo que podemos y no podemos hacer con nuestros cuerpos, y tiene todo el derecho de hacerlo, porque son Suyos. «Pues han sido comprados por precio» dice 1 Corintios 6:20, RVA-2015, «Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo.» "Pero Gloria, eso me suena a una esclavitud religiosa." No, no es esclavitud. Obedecer la Palabra de Dios es libertad. Como dijo Jesús: «la Palabra es verdad… y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.» ( Juan 17:17; 8:32). Lo que Dios nos dice que hagamos en Su Palabra es siempre para nuestro beneficio. Él quiere que las cosas nos salgan bien. Quiere hacernos el bien. Esa es la razón por la que nos da instrucciones sobre cómo vivir la vida. Las cosas no nos salen bien cuando no estamos caminando en Sus caminos. Él no puede hacernos el bien cuando estamos dedicando nuestro cuerpo a alguien que no es Él y viviendo en pecado como lo hace el mundo. El pecado cierra la puerta a LA que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe… Procuren vivir… en santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Tengan cuidado. No vayan a perderse la gracia de Dios; … Que no haya entre ustedes ningún libertino ni profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Ya ustedes saben que después, aunque deseaba heredar la bendición, fue rechazado y no tuvo ya la oportunidad de arrepentirse, aun cuando con lágrimas buscó la bendición.» (versículos 1-2, 14-17, Reina Valera Contemporánea). ¿Quién es el jefe? ¡Esas son palabras serias! Pueda que no sean tan divertidas para meditarlas como algunos otros pasajes de las Escrituras, pero sería prudente tenerlas en cuenta. No queremos ser personas que, al igual que Esaú, venden LA BENDICIÓN que les pertenece como hijos e hijas de Dios, solo para satisfacer algún deseo carnal. No queremos dejar que el diablo, las tentaciones carnales y las distracciones de este mundo nos engañen para que renunciemos a nuestra herencia. ¡Queremos todo lo contrario! Queremos vivir como Dios dijo en Deuteronomio 11:21, en «los días de los cielos sobre la tierra.» Queremos prosperar y estar sanos incluso mientras nuestra alma prospera (3 Juan 2). Queremos estar justo en medio de lo que Dios está haciendo en estos días y ser parte de la Iglesia descrita en Efesios 5:27: «como una iglesia gloriosa, santa e intachable, sin mancha ni arruga ni nada semejante.» ¿Cómo nos aseguramos de caminar en todas esas bendiciones? Primeramente, dejamos de permitir que nuestra carne nos domine. En lugar de someternos a sus deseos, cuando nuestro cuerpo nos imponga demandas pecaminosas, nos sometemos a nuestro espíritu renacido y mortificamos los actos de nuestro cuerpo (Romanos 8:13). Decimos: "¡No, carne! Ya no tienes dominio sobre mí. No tengo que hacer lo que dices. ¡Le pertenezco a Jesús y hago lo que Él dice!" En otras palabras, seguimos las

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