Pero entonces oiría esa Voz en mi interior. El Espíritu Santo
me recordaría el ayuno de Daniel y mi deseo de separarme
para Dios, y por amor a Él le diría que no a esos postres.
¿Qué pasó? Después de una semana más o menos, mi
deseo por esas cosas comenzó a disminuir, y mi deseo
por las cosas de Dios se hizo más fuerte. Simplemente, al
seguir la guía del Espíritu Santo en lo que comía, logré
experimentar en mayor grado la presencia del Señor. Me
acerqué a Él, y Él se acercó a mí (Santiago 4:8).
Ese es solo un pequeño ejemplo de cómo el Espíritu
Santo nos ayuda a vivir como el tesoro especial de Dios.
A veces nos llevará a dejar de lado cosas perfectamente
legítimas por un tiempo; no porque no quiera que
disfrutemos de la vida, sino porque no quiere que deseemos
nada en mayor grado de lo que deseemos a Dios.
Dios quiere ser el primer lugar en nuestros corazones y
en nuestras vidas. Eso es lo que realmente significa hacer de
Jesús el Señor de nuestras vidas. No solo significa que somos
salvos del pecado. Significa que Jesús es nuestra cabeza, y
nosotros somos Su cuerpo; que somos tan leales a Él que
cualquier cosa que nos diga que hagamos, la hacemos.
Incluso si a nuestra carne no le gusta.
Incluso si es incómodo o difícil.
Incluso si hay algo que creemos aumentará nuestro
gozo, hacemos lo que Jesús dice porque Él es el Señor.
"Pero Gloria, eso no suena muy divertido."
¿Estás bromeando? Ningún placer que la carne o este mundo
tenga para ofrecernos puede compararse con la emoción de lo
que Jesús tiene para nosotros, ¡especialmente ahora!
Vivimos en los últimos tiempos profetizados en la
Biblia. Dios está a punto de hacer cosas poderosas en la
tierra, y Él planea que seamos parte de ellas. Él planea
manifestar Su gloria a través de nosotros, en señales,
maravillas, grandes sanidades y milagros.
¡Este es el gran final! Dios está a punto de reunir en Su
reino la gran cosecha final de almas, y no lo hará a través de
un grupo tibio y semi mundano de cristianos descarriados.
Lo hará a través de aquellos que han respondido a Su
llamado a ser santos como Él es santo. A través de «…una
iglesia gloriosa, santa e intachable, sin mancha ni arruga
ni nada semejante.» (Efesios 5:27). La gente a la que ha
llamado del mundo y se ha separado para Sí mismo.
Su tesoro especial.
¡Los santos vivos del Dios vivo!
¡NO PODEMOS SER DERROTADOS Y
NO NOS DAREMOS POR VENCIDOS!
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