LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Junio LATAM 2020

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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1 0 : LV V C respecto; el sistema político también. Pero eso no detuvo a la palabra profética. El SEÑOR usó tiempos estratégicos para que los profetas declararan Su PALABRA, para mantenerla viva y en movimiento, y así asegurarse de que la PALABRA se manifestara en el momento y lugar exactos de Su plan. Él operaba con Sus propias reglas con respecto al poder de las palabras, y usaba a los profetas para declarar esas palabras en la Tierra. Un profeta es un vidente que ve las cosas en el espíritu antes que nosotros. Ellos "ven más allá" que el resto de nosotros, por el diseño divino de Dios. Lynne Hammond dijo una vez: "Los profetas son como las águilas. Pueden ver a la distancia. Hay un mecanismo que cae sobre sus ojos y les aclara el panorama. Pueden ver más lejos que cualquier ser en la Tierra. Ese es el camino del profeta. No se trata de un ojo natural; es un ojo que Dios les da para ver cosas que están por venir." Palabras con peso La palabra profética no es algo del pasado. De hecho, hoy la necesitamos igual que antes. Dios nos dio el don de profecía para edificarnos, prosperarnos y perfeccionarnos para la obra del ministerio (Efesios 4:11-12). Por eso, después de todos estos años, sigo escuchando atentamente cada vez que habla un profeta. Espero con anticipación para escuchar lo que Kenneth Copeland profetiza sobre cada año por llegar. También estoy a la espera de lo que Jerry Savelle y otros profetas dirán. Esas voces proféticas le hablan al mundo, desatando los secretos de Dios. La PALABRA de Dios nos revela información sobre el ministerio del profeta. Jeremías escribió: La palabra del SEÑOR vino a mí, y me dijo: «Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta.» Yo dije: «¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor! ¡Date cuenta de que no sé hablar! ¡No soy más que un muchachito!» Pero el Señor me dijo: «No digas que sólo eres un muchachito, porque harás todo lo que yo te mande hacer, y dirás todo lo que te ordene que digas. No temas delante de nadie, porque yo estoy contigo y te pondré a salvo.» —Palabra del Señor. Y el Señor extendió su mano, me tocó la boca y me dijo: «Yo, el Señor, he puesto mis palabras en tu boca. Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.» (Jeremías 1:4-10). Este pasaje nos revela que las palabras son la herramienta más importante del ministerio del profeta. Son palabras que descienden del cielo mismo al corazón del profeta, y luego se pronuncian proféticamente. También nos muestra el peso que acarrean esas las palabras. Dios dijo que Jeremías tendría que ir a donde fuera que lo enviara y que tendría que decir lo que Dios le ordenara que dijera. Las palabras proféticas se pronuncian con una fuerza y un nivel de autoridad inusuales. Son palabras que cambian ámbitos, esferas, naciones y reinos. Como un reloj despertador, ponen a todos en alerta. A menudo, incluso declaran juicios venideros para dar a las personas la oportunidad de arrepentirse y recibir la liberación que necesitan. Hasta cierto punto, cada uno de nosotros opera en la palabra de profecía. Somos los profetas de nuestras propias vidas. Profetizamos y hacemos declaraciones sobre nuestros hogares y nuestras familias. Hacemos declaraciones sobre nosotros mismos en lo que respecta a la sanidad y la prosperidad. A nivel personal, como creyentes, operamos con autoridad sobre nuestro reino y nuestra esfera. Por el contrario, el don del profeta se ocupa de áreas masivas de la sociedad. Dios le dijo a Jeremías que lo establecía sobre naciones y reinos, «para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.» (versículo 10). El Muro de Berlín Una y otra vez, hemos experimentado viva- mente el mecanismo de las palabras de un profeta y el gran peso y cambio que éstas conllevan. El 4 de junio de 1989, el Señor habló a través del hermano Copeland, declarando cosas que arrancarían, derribarían, destruirían, arruinarían, construirían y plantarían. Este es tan solo un extracto de esa profecía: Ahora bien, esto es lo que el Señor está diciendo. Así que escucha y presta atención. Presta atención. Escucha. Porque vienen olas poderosas de lo sobrenatural y pronto irrumpirán en la escena. Pronto impactarán como un poderoso maremoto e irrumpirán en la escena. No solo aquí y allá, un poco aquí y un poco allá, sino como una ola poderosa que salpica y cubre continentes enteros. Y el poder de Dios surgirá en lugares donde la gente ni siquiera sabía que había un Dios. Pero estará allí presente. Y habrá cosas que caerán ante la presión del mismo. La gente sacudirá la cabeza y dirá: "Nunca hubiera creído que eso pudiera suceder." Habrá muros políticos y vallas políticas que se derrumbarán ante los ojos de los hombres. Las Pasaron veintiocho años y la gente estaba convencida de que el muro [Berlin] era un elemento permanente. Dios utiliza tiempos estratégicos para que los profetas declaren Su PALABRA, para mantenerla viva y en movimiento, y así asegurarse de que la PALABRA se manifieste en el momento y lugar exactos de Su plan.

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