LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Diciembre LATAM 2020

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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6 : LV V C podemos hacerlo. Tan solo necesitamos vivir en la excelencia de nuestra verdadera identidad. Recibí una revelación sobre este tema hace años cuando asistía a la Universidad Oral Roberts y trabajaba para el hermano Roberts. Él compartió con los que conformábamos parte de su personal que: "Si queremos exigir la excelencia de nuestros estudiantes, debemos exigirla primeramente de nosotros mismos". Él se mantuvo firme en esta convicción, y descubrí que tenía la razón. Entonces, a partir de ese momento, especialmente en lo referente al ministerio, seguí su ejemplo y lo adopté como mi propio estándar. Recuerdo una vez, en los primeros años de este ministerio, cuando estábamos grabando con unos músicos un álbum de estudio. Habíamos hecho varias tomas de las distintas pistas, pero todavía no estaba satisfecho con la última canción. Les dije: "Podemos mejorar. Intentémoslo al menos una vez más." El hombre que había estado tocando la guitarra metálica no estaba interesado. "Oh, está bien así para el estilo gospel", respondió. ¿Estaba bien así para el estilo gospel? Tan solo escucharlo me dio la idea de hacerle tragar la guitarra… pero no lo hice. Tampoco le sonreí. Simplemente lo ignoré y tocamos la canción una y otra vez hasta que quedó como debía. Más adelante, el SEÑOR nos envió músicos como Steve Ingram y Phil Driscoll y ellos tenían una actitud completamente diferente. No tenían problema repitiendo la misma canción el tiempo que fuera necesario. Seguían grabando una toma tras otra hasta que todos decíamos: "¡Sí, ahora está bien!" Algunas personas podrían definirlo como perfeccionismo. Pero no es que buscáramos la perfección musical. Estábamos esperando que la unción recayera sobre la música, y la experiencia es por demás interesante: la unción y la perfección van de la mano. La excelencia y la gloria fluyen juntas. Ejerce presión sobre el diablo El apóstol Pablo había comprendido el concepto. Él nunca tuvo una actitud descuidada para salir del paso. Incluso antes de nacer de nuevo, su celo como fariseo era insuperable y, como creyente, se volvió aún más celoso por seguir a Jesús. Después de encontrarse con Él y Su gloria en el camino a Damasco, Pablo fue tras Él con todas sus fuerzas. Como escribió en Filipenses 3: «Y a decir verdad, incluso estimo todo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor." (Recuerda que la palabra Cristo significa "el Ungido y Su unción"). "Por su amor lo he perdido todo, y lo veo como basura, para ganar a Cristo… por ver si logro alcanzar aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado ya; pero una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante; ¡prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús!» (versículos 8, 12-14). Pablo dice que prosiguió. No solo esperó a que su herencia espiritual recayera sobre él como una manzana desde un árbol. No se limitó a sentarse cuando se encontró con dificultades y dijo: "Creo que me daré por vencido. El diablo me está presionando demasiado." Por el contrario, en lugar de darse por vencido, cuando las presiones del diablo lo golpearon (y nos golpean a todos), Pablo cambió de estrategia. Él presionó al diablo al continuar buscando la excelencia del conocimiento del Ungido y Su Unción. ¡El diablo no tiene respuesta alguna para la Unción de Dios! Él puede tratar de presionarnos para que retrocedamos pero, si continuamos avanzando con fe para comprender aquello por lo que Jesús ya nos ha alcanzado, nuestra presión vencerá a la del diablo en toda oportunidad. Si tomamos la misma actitud de Pablo y decimos: "Olvídate de los fracasos de ayer. Estoy avanzando hacia el premio de mi llamado en Jesús. ¡Estoy buscando el premio de la Unción de mi Rey!", el diablo no tendrá ninguna posibilidad. Es por eso que él lucha con fuerza para convencernos de que no sigamos adelante. Es por eso que quiere que adoptemos la misma actitud de la ley del menor esfuerzo que él le ha vendido al mundo. Como el dios de este mundo, «les ha cegado el entendimiento para que no resplandezca en ellos la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.» (2 Corintios 4:4), y ahora quiere cegar a la Iglesia. Quiere evitar que veamos la excelencia de la gloria de Dios, la cual nos pertenece a través del nuevo nacimiento porque sabe lo que sucederá cuando lo hagamos: ¡La manifestación de esa excelente gloria aumentará en nosotros y entre nosotros! La gente lo verá, lo oirá y vendrá en masa para escuchar acerca de Jesús. Eso es lo que sucedió en el ministerio de Jesús. Es lo que sucedió en el ministerio de Pedro y en el ministerio de Pablo. Y será lo mismo con nosotros. Cuando pasemos a la plenitud de la gloria que Dios ha planeado para la Iglesia, nuestro único problema será encontrar el espacio suficiente para toda la gente. Recogeremos la gran cosecha final del reino de Dios, concluiremos esta época y el tiempo del diablo habrá acabado. "Hermano Copeland, ¿está diciendo que el diablo nos tiene miedo?" Absolutamente. Él sabe (incluso mejor que la mayoría de los cristianos) que somos más de lo que parecemos en lo natural. Sabe que no somos solo seres humanos de carne y hueso. En nuestro interior, en nuestro espíritu, somos exactamente como Jesús. Somos portadores de la luz y la vida de Dios. «Porque Dios, que mandó que de las tinieblas surgiera la luz, es quien brilló en nuestros corazones para que se revelara el conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros». (2

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