En la casa, su hija Brittany de 12 años
escuchaba música en la habitación. De vez en
cuando, ella salía corriendo para mostrarle a su
madre su último proyecto.
Christy cerró los ojos y escuchó esos
gloriosos sonidos. La risa ahogada de sus hijos;
la música desde la habitación de Brittany.
Eran los sonidos de una familia feliz que
había logrado superar el divorcio.
Ya no había amenazas de escopeta.
Ya no existía la posibilidad de que los niños
encontraran agujas o narcóticos por ahí.
Ya no había abuso ni adicción.
Ahora estaban a salvo en la pequeña cabaña
de Oklahoma City que el padre de Christy
les había ayudado a comprar en una oferta
hipotecaria.
Tom (nombre ficticio), el exmarido de
Christy, había sido un rico corredor de bolsa.
Sin trabajo y adicto a los narcóticos, ahora
vivía con sus padres. Ellos lo vigilaban de cerca,
asegurándose de que no condujera a menos que
estuviera sobrio. Le proporcionaban un lugar
seguro a los niños para que visitaran a su padre.
La puerta se cerró de golpe cuando Brittany
salió corriendo.
"¡Mami, Natasha me invitó a pasar el fin de
semana con ella en la casa del lago de su abuela!
¿Puedo ir? ¿Por favor?"
"Lo siento cielo, no puedo dejarte ir. Este es
el fin de semana de tu padre y estará aquí en
cualquier momento."
Una hora más tarde, cuando Tom no había
aparecido, Christy cedió.
"Está bien, puedes irte."
Brittany se fue en una ráfaga de alegres
despedidas.
Cuando finalmente llegó Tom, Christy notó
que estaba sobrio.
Besó a Garrett y se volvió para ayudar a
Jacob a abrocharse el cinturón.
"¡Puedo hacerlo mami! ¡Soy un niño grande!"
Se aseguró de que el cinturón hiciera clic con
una amplia sonrisa que mostraba los dientes.
"¡Eres un niño grande!" le respondió Christy
mientras besaba a Jacob y comprobaba por
segunda vez que estuviera bien abrochado. Los
saludó con la mano hasta que se perdieron de
vista.
Ese fin de semana era el vigésimo aniversario
de su graduación de la escuela secundaria y
había una fiesta.
Christy pasó la noche del viernes charlando
con sus viejos amigos. El sábado asistió a un
Una suave brisa susurraba y se abría paso
por las hojas del árbol de nogal. Christy
Ennis se relajaba en uno de los sillones,
sorbiendo té helado. Le gustaba sentir el
calor del sol vespertino en su rostro mientras
disfrutaba a sus dos hijos, Garrett de 5 años y
Jacob de 2, jugando a la sombra.
Libre al Fin
por
Melanie
Hemry
1 2 : LV V C