2 6 : LV V C
por Gloria
Copeland
¿Piensas automáticamente en las
finanzas… acerca de dar o sembrar tus
diezmos y ofrendar en la iglesia?
Si la respuesta es afirmativa, estás en
buena compañía. La mayoría de nosotros,
como creyentes, al parecer tendemos a
pensar en dar casi exclusivamente en
términos económicos. El Señor, sin
embargo, no lo hace. Si bien Él aprecia
que le demos de nuestras finanzas y nos
dice en las Escrituras que lo hagamos, Él
quiere que le demos algo más. Algo que
es aún más importante.
Quiere que nos entreguemos por
completo.
Quiere todo nuestro corazón y total
obediencia.
Él quiere que le demos nuestro todo.
Esa es la mejor y máxima ofrenda que
podamos ofrecerle. Además, ¡Él se lo
merece!
Él compró y pagó por nosotros, en
espíritu, alma y cuerpo. Él derramó
Su sangre preciosa para comprarnos y
hacernos Suyos. Como dice Santiago
1:18: «Él, por su propia voluntad, nos
hizo nacer … para que seamos los
primeros frutos de su creación.»
Nota que Dios no solo nos engendró
para que podamos traerle nuestras
primicias, sino para que podamos ser Sus
primicias. En otras palabras, somos como
el diezmo. Somos santos y apartados para
Él y Sus propósitos.
No le pertenecemos al mundo.
No le pertenecemos al diablo.
Ni siquiera nos pertenecemos a no-
sotros mismos.
Le pertenecemos a Dios.
Somos Su "herencia".
Como dijo el apóstol Pablo en su carta
a los efesios, somos: «santos y miembros
de la familia de Dios, y están edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, cuya principal piedra angular
es Jesucristo mismo. En Cristo, todo el
edificio, bien coordinado, va creciendo
para llegar a ser un templo santo en el
Señor; en Cristo, también ustedes son
HERENCIA DE DIOS
Cuando piensas
en darle algo
al Señor, en
general ¿qué es
lo primero que te
viene a la mente?
ERES LA