LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Junio 2021

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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LV V C : 1 5 la verdad. Creía que Jesús era su Sanador. Ella creía que la sanación estaba disponible para todos. Además, creía lo que le había dicho a la oncóloga. "No conoces a mi Jesús. No voy a morir en seis meses." Diane creía que ya había recibido su sanación. A hora oraba y ref lex ionaba sobre las cosas naturales que podía hacer para ayudar a su cuerpo a alinearse con esa verdad. Tomó Comunión todos los días. Confesó las escrituras sanadoras del libro de Charles Capps: El poder creativo de Dios para sanar. Escuchó a Kenneth Copeland, Keith Moore y Andrew Wommack enseñar sobre la sanidad. Leyó libros sobre sanación. Pero ¿qué cosas podía hacer en lo natural para ayudarle a su cuerpo? Una ruta diferente "Había sido testigo y oído historias sobre personas que optaban por la quimioterapia", recuerda Diane. "Muchas veces, la quimioterapia había devastado el propio sistema inmunológico. Por el contrario, yo quería algo que fortaleciera mi sistema inmunológico." "Decidí ir a un centro de tratamiento alternativo en Florida. Usan cosas como la vitamina C, saunas de infrarrojos y masajes linfáticos para ayudar al cuerpo a desintoxicarse. Cuando arribamos, sentía náuseas graves. En dos semanas, descubrieron el porqué. Tenía un bloqueo en el colon. En la cirugía, habían removido 30cm de mi intestino. Después, regresé a casa e investigué tratamientos alternativos en Texas." "Un amigo me presentó el libro de Joseph Prince: Eat Your Way to Life and Health: Unlock the Powet of Holy Communion (Come y recorre tu camino hacia la Vida y la Salud: Descubre el poder de la Sagrada Comunión). Aprendí el terrible precio que Jesús pagó por mi enfermedad cuando recibió todos esos latigazos al ser azotado, arrancándole la piel. Él sufrió todo el cáncer en Su cuerpo, para que yo no tuviera que hacerlo." "Eso cimentó en mí que nunca dejaría de creer que Jesús era mi Sanador. No lucía bien. No me sentía bien. El pronóstico no era bueno. Pero yo estaba sana. Como habla el pastor George Pearsons, me mantuve firme con una fe de tipo bulldog. A pesar de todo, sufría de tantas náuseas que no podía ni comer ni beber." Charlie tenía una fe inquebrantable. No había forma de que su esposa muriera de cáncer. Pero claro, el cáncer no era lo que lo preocupaba. Todas las mañanas, antes de irse al trabajo, le preparaba a Diane una bebida proteica sustitutiva de las comidas. Cuando regresaba a casa unas 10 horas más tarde, no la había tocado. Tampoco había comido nada en todo el día. Diane había perdido 43 kilos, y estaba tan frágil como un pajarito recién nacido; su piel lucía traslúcida sobre sus frágiles huesos. Jesús Mismo solo había ay unado durante 40 días. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había ingerido algún sustento? Por la noche, a menudo la tocaba mientras dormía, solo para asegurarse de que todavía estuviera caliente. Una enfermedad devastadora Cha rl ie se había cr iado en las montañas Apalaches de Tennessee; era el menor de cinco hijos que vivían en una casa de tres habitaciones. Mientras cursaba el tercer grado, había contraído poliomielitis después de recibir la vacuna con el virus vivo. Había asistido a la escuela esa mañana con buen aspecto. Los síntomas aparecieron rápidamente y quedó paralizado. Su familia no lo llevó al hospital. Lo llevaron rápidamente a la iglesia de Santidad donde los miembros oraron, gritaron y lo cubrieron con aceite. Charlie vio a su hermano mayor, llorando. Queriendo consolarlo, se puso de pie y caminó hacia él. Fue entonces cuando los gritos y las alabanzas subieron de nivel. Al mirar a su esposa, Charlie supo que recibiría evidencia de su sanación. Solamente deseaba que hubiera sido tan rápida y fácil como la de él. En diciembre, Diane estaba sufriendo dolores cada vez mayores en su cuerpo. Cada día perdía energía, casi tan rápido como los kilos de peso que desaparecían de su cuerpo. Aun así, no podía evitar alabar a Dios. Habían pasado seis meses… y estaba viva. "Terminé regresando a una clínica de oncología sabiendo que necesitaba más de lo que recibía en la clínica alternativa. Cuando conocí a mi nuevo médico, fue muy refrescante", recuerda Diane. "No me trató como a un diagnóstico. Me trató como a un humano. No me hizo preguntas sobre mi condición. Me hizo preguntas sobre mí. Le dije que estaba orando y apoyada en la Palabra. Me respondió: 'Diane, eso es lo mejor que puedes hacer. Comencemos por averiguar a qué nos enfrentamos antes de decidir por un tratamiento.'" "Sabía que se preocupaba por mí como persona. También le admití lo mucho que me dolía. Me recetó morf ina, pero me dejaba inconsciente. Finalmente, nuestro hijo mayor, Mike, me dijo: 'Mamá, la dosis es demasiado fuerte para ti.' Traté de rebajarla a la mitad, pero aún era demasiado. Tomé un cuarto de pastilla y eso me ayudó con el dolor sin ponerme a dormir." Una luz verde El día después de Navidad, Charlie y Diane se reunieron con el médico para revisar los resultados de las pruebas. Antes de entrar, ambos estuvieron

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