LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Julio 2021

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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«Ya has quedado limpio.» dijo Jesús, y el hombre fue sanado. Si lees en Mateo 8 sobre lo que hizo Jesús a continuación, verás que Él siempre hizo que la sanación fuera algo sencillo para todas las personas. Después de ministrar al leproso, se fue a Cafarnaúm, su ciudad natal, y sanó al criado del centurión. Se ofreció para ir a la casa del hombre y ministrar personalmente al sirviente. Pero el centurión, convencido de que no era digno de tener a Jesús en su casa, le dijo que no era necesario que viniera. «Una sola palabra tuya bastará para que mi criado sane», le dijo (versículo 8). Luego dijo Jesús al centurión: «Ve, y que se haga contigo tal y como has creído.» Y en ese mismo momento el criado del centurión quedó sano» (versículo 13). De allí, «Jesús fue a la casa de Pedro, y encontró a la suegra de éste postrada en cama y con fiebre. Cuando Jesús le tocó la mano, la fiebre se le quitó… Al caer la noche, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su sola palabra, expulsó a los demonios y sanó a todos los enfermos. Esto, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: «Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.» (versículos 14-17). ¿Cómo se relaciona esto con nosotros? ¡En todo! Hebreos 13:8 dice: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos.» Así que sigue ahora siendo tan fácil recibir como lo era entonces.» "Pero hermano Copeland, ¿cómo recibimos la sanidad de Jesús ahora que Él ya no está ministrando en la tierra?" Hay diferentes maneras. En pr i mer lu g a r, l a sa n id ad se puede rec ibi r simplemente creyendo en la PA L A BR A de Dios. Tomando las escrituras de sanidad y manteniéndonos firmes en ella por fe. También se puede recibir siguiendo las instrucciones en Santiago 5. Dice, en caso de un creyente enfermo: «Que se llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus pecados le serán perdonados.» (Santiago 5:14-15). Años atrás, la esposa de un querido amigo de nuestra familia recibió una sanación excepcional de esta manera. Le habían diagnosticado un tumor cerebral y estaba a punto de someterse a una cirugía. Ella ya estaba un poco afectada por la anestesia, pero justo antes de que se la llevaran, mi amiga me preguntó si podía ungirla con aceite y orar por ella. Luego de hacerlo, f uimos a una habitación del hospital a la espera de que la operación finalizara. Sin embargo, antes de lo esperado, el médico apareció con una mirada muy preocupada en su rostro. "No sé cómo explicar esto", comenzó, "pero cuando ingresé para extirpar el tumor, no estaba allí. ¡Pude ver la cicatriz donde había estado, pero el tumor en sí había desaparecido!" Otra manera en que se puede recibir la sanación es a través de los dones del Espíritu, como la palabra de conocimiento, la palabra de sabiduría, el don de la fe, de nuestra paz, [shalom — sin que nada falte, nada quebrantado] y por su llaga seremos sanados.» Citando la última frase de ese versículo, el apóstol Pedro la puso en tiempo pasado. «Por sus llagas (de Jesús) fueron ustedes sanados» (1 Pedro 2:24). Hace años, el hermano Kenneth E. Hagin predicaba sobre esto en Fort Worth, en la iglesia de Bob Nichols. Gloria y yo acabábamos de llegar de fuera de la ciudad y cuando llegamos a la reunión ya estaba en marcha. Justo cuando entramos en el vestíbulo, una mujer salió del santuario, bastante enojada. "¡He sido sanada desde hace 2000 años y ahora me estoy enterando!" dijo. (Estaba molesta con el diablo y su denominación por ocultarle esa verdad durante tanto tiempo). Luego se dio vuelta y volvió al servicio, ya no enojada, sino emocionada. ¡El la se había cansado de esperar y orar por su sanación! Ahora había recibido la revelación que Jesús quiere que todos obtengamos: que no tenemos que convencerlo para que nos sane así como no tenemos que convencerlo para que nos salve. Al igual que hicimos con el nuevo nacimiento, simplemente podemos recibir la sanidad por medio de la fe. "¡Por supuesto que lo haré!" Si quieres ver cuan fácil quiere Jesús que la sanidad se manifieste, estudia lo fácil que lo hizo para las personas en los Evangelios. Por ejemplo, lee sobre el leproso que se le acercó. Si alguna vez ha existido un caso difícil, sería el de ese hombre. Estaba en una estado terrible. Lucas 5:12 dice que estaba «lleno de lepra», lo que signif ica que estaba en la etapa 4, casi muerto. Tenía llagas y carne podrida por todo el cuerpo. Olía fatal y probablemente no había usado ropa limpia en quién sabe cuánto tiempo. La ley le prohibía incluso acercarse a la gente, pero, como lo registra Marcos 1:40-42, se acercó a Jesús de todos modos, «se arrodilló ante él y le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme.» Jesús tuvo compasión de él, así que extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio.» En cuanto Jesús pronunció estas palabras, la lepra desapareció y aquel hombre quedó limpio». Lamentablemente, millones de cristianos hoy en día todavía están luchando con la misma pregunta que este hombre. Creen que Jesús puede sanarlos, pero se preguntan si esa es Su voluntad. Hasta que no conozcan la respuesta, no podrán tener fe para ser sanados, porque la fe comienza donde la voluntad de Dios es revelada. ¡Por esa razón Jesús no nos dejó sin la respuesta! Respondió acerca de Su voluntad de sanar de una vez por todas cuando le dijo al leproso: «Quiero.» O, como dice otra traducción de la Biblia: "¡Quiero hacerlo!" Jesús tampoco se detuvo allí. Hizo algo más. Se movió amorosamente hacia el hombre, que para ese momento había caído de rodillas ante Jesús, y (como me gusta imaginármelo) se arrodilló en la tierra junto a él. Se le acercó lo más que pudo e hizo lo que el leproso no podía imaginar que haría: lo tocó. 6 : LV V C

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