LV V C
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por Melanie Hemry
A sus tiernos 6 años, Jesse Duplantis ya tenía negocios
en mente luego de que su padre le enseñara a rasgar tres
acordes en una vieja guitarra. Se mordió el labio en señal de
concentración mientras se esforzaba por estirar los dedos
sobre las cuerdas. Sus padres, Paul y Velma, pensaban que la
guitarra era tan solo una diversión infantil.
Jesse sabía que eso no era cierto. Esa guitarra sería su
salvación.
Lo sabía con la misma certeza que sabía que se llamaba
Jesse Duplantis. Lo sabía tan bien como conocía todas las
casas de ma la muer te que su fa milia había a lquilado en
los últimos seis a ños de su vida . Lo sabía con la misma
seg uridad que sabía que perseg uir el trabajo de un pozo
petrolífero a otro en Luisiana no era la vida que esperaba
vivir.
No se avergonzaba de ese tipo de trabajo, ni de la pobreza.
Sólo quería una escapatoria.
Su padre se la proveyó en forma de guitarra.
La mayoría de los niños de 6 años no tienen una filosofía
personal sobre la responsabilidad de su propio éxito. Pero, de
todos modos, Jesse Duplantis no se parecía a la mayoría de
los niños de 6 años. Se abocó a practicar con la guitarra hasta
que sus dedos mostraban carne viva y sus brazos temblaban.
M ient r a s los ot ros n i ños ju ga ba n , Je s se pr a c t ic a ba .
Practicaba en la casa hasta que el ruido de la guitarra y la
trompeta de su hermano obligaban a Velma a echarlos afuera.
Practicó en el porche. Y cuando los otros niños jugaban en los
campos cercanos, Jesse tocaba la guitarra.
Jesse comenzó con tres acordes básicos, y en poco tiempo
estaba haciendo música.
La música era un negocio
Siempre había esperado tener éxito, pero Jesse se quedó
atónito cuando la gente que pasaba por el lugar comenzó a
arrojarle monedas. En una ciudad famosa por sus músicos
ca llejeros, Jesse era a lgo inusua l en Nueva Orlea ns. De
baja estatura para su edad, no parecía lo suficientemente
grande como para sostener una guitarra, y mucho menos
para tocarla. El sonido de las monedas golpeando la acera era
toda la motivación que necesitaba. Pronto empezó a salir a
escondidas de casa para tocar en la calle.
La música no era un pasatiempo para Jesse; era un negocio.
A los 10 años, Jesse era algo más que un chico guapo con
una guitarra. La música que resonaba en la esquina de su
calle era buena. La gente ya no sonreía ni lanzaba monedas.
Se detenían, escuchaban y pagaban generosamente por el
privilegio.
Cuando el padre de Jesse le pidió que tocara su guitarra
El
negocio de
Su padre