LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Abril LATAM 2022

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

Issue link: http://read.uberflip.com/i/1464696

Contents of this Issue

Navigation

Page 14 of 15

alguien que realmente me gustaba. Ken y yo empezamos a vernos todos los fines de sema na . Él acababa de empeza r a trabaja r en un aeropuerto que estaba a sólo 65 km de mi universidad. Él volaba su viejo y desvencijado avión y volaba a l ras de la residencia, y yo iba a buscarlo al aeropuerto. Todas las chicas estaban muy impresionadas. Al semestre siguiente dejé la universidad, me mudé a Little Rock y conseguí un trabajo. Viví con mi abuela. Ken se mudó a Little Rock y se puso a trabajar hasta que nos casamos en casa de su jefe menos de seis meses después de nuestra primera cita. Pidió prestados $100 dólares y me llevó hasta Hot Springs, en Arkansas, a unos 80 km de distancia. A ños después, volví a aquel penthouse de Little Rock donde había conocido a Ken. Mientras estaba allí, me di cuenta de una cosa muy extraña. No había ninguna ventana que pudiera haber causado la luz que había visto a su alrededor. De hecho, no había ninguna fuente de luz que explicara ese resplandor. Ken me dijo después que había una luz a mi alrededor cuando abrió la puerta. Me he preguntado muchas veces a lo largo de los años si era una señal de Dios. Ciertamente, no hay duda de que cuando Ken y yo nos casamos, comenzamos un viaje que nos llevó a ambos a la Luz del mundo. "Cuando abrí mi corazón lo suficiente para Gloria, Jesús llamó a la puerta." —Kenneth Luché contra una prof unda y oscura depresión durante años antes de nacer de nuevo. La opresión llegó a ser tan pesada que no tenía ninguna respuesta emocional hacia nadie en mi vida. No tenía ninguna expresión de amor hacia nadie. Ni siquiera hacia mis padres. No había nadie sobre la faz de la tierra por quien tuviera algún sentimiento emocional. Estaba enfadado con el mundo y con mis padres. No quería que se me acercaran. No quería que nadie se me acercara. Ahora bien, si alguien quería presumir de mí, lo toleraría durante un tiempo. Pero, la primera vez que se cruzaban conmigo, eran historia. Sin embargo, le decía a la gente que los amaba. Pero era mentira. Podría decirle a una mujer que la amaba, pero nunca le cantaría a una. Podía subirme a un escenario y cantarle a una multitud, pero la idea de cantarle a una mujer me superaba. ¿Por qué? Porque era una expresión de amor. En aquel entonces creía sinceramente que no existía el verdadero a mor. De hecho, pocos días a ntes de conocer a Gloria, le dije a alguien: "Realmente no creo que el amor sea algo real. Creo que es sólo una especie de estado mental. Y, si es real, entonces soy incapaz de sentirlo." No existe un ser humano incapaz de amar. Es una imposibilidad espiritual, pero yo no lo sabía. Unos días después, conocí a Gloria y me enamoré de ella con solo verla. Esto es diferente, pensé. Todas las ideas que había tenido sobre el a mor salieron volando por la ventana. ¡G u au! Es imp resionante, me d ije cua ndo me sorprendí pensando de esa manera. No había pla neado ca nta rle. No t rat aba de i mpresiona rla n i de e m b a u c a r l a . S i m p l e m e n t e n o pude ev it a rlo. En ese momento supe que quería casarme con esa mujer. Me imaginé que tardaría un año en convencerla, así que decidí empezar cuanto antes. No sabía lo que tendría que hacer para que se casara conmigo, pero estaba dispuesto a mentir, enga ña r, roba r o estafar para conseguirlo. En realidad, pensé: Esto va a llevar mucho tiempo —quizás años— para conquistarla , así que voy a pedírselo ahora mismo. Después de nuestra cita, la acompa ñé hasta el porche y abrí la puerta. "Gloria", le dije. Se dio vuelta y me miró. "¿Quieres casarte conmigo?" Respondió: "Sí, sí quiero." Luego se dio vuelta, entró en la casa y cerró la puerta. Me dejó a llí tartamudeando y murmurando con incredulidad. Dios abrió la puerta de mi corazón con amor. Cuando abrí mi corazón lo suficiente para Gloria, Jesús llamó a la puerta. Y no mucho tiempo después, lo dejé entrar. LV V C : 1 5 Sabía que el chico que había conocido en Little Rock iba a llamarme ese fin de semana.

Articles in this issue

Archives of this issue

view archives of LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Edición Abril LATAM 2022