LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Septiembre LATAM 2022

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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LV V C : 7 por Melanie Hemry Los ca lcetines de todos los herma nos colgaban de la chimenea: Rachel, Lyndsey, Jenny, Max y finalmente la de Emily. Jen ny r e s pi r ó pr of u nd a ment e l a Navidad y siguió el delicioso aroma hasta la cocina. Ya en su tercer año en la Universidad Ora l Rober ts (ORU), Jenny se estaba especi a l i z a ndo en el m i n i s t er io de j ó v e n e s , e l m i n i s t e r i o d e n i ñ o s y e l l ider a z go de a dor a ción . A u nque d i s f r ut a ba de c a d a m i nut o, e s t a ba contenta de estar de regreso en casa para la temporada, lista para gozar del cálido abrazo familiar. Durante las siguientes semanas, Jenny se deleitó de cada reunión en familia, las deliciosas comidas, las historias, las risas y las noches en vela para hablar con su mamá. Como parte de la Academia Superkids, siempre le había g ustado señalar y decirles a los demás niños: "La Comandante Kellie es mi mamá." Por supuesto, la Comandante Kellie es t a ba decid id a a que su s h ijos no sacaran lo que ella denomina "la carta Copela nd". Mientra s trabajaba en la pel íc u l a de Superkids " L a E spa d a" (The Sword) cua ndo t en ía 10 a ños, Jenny había intentado hacerlo. Cuando alguien hacía algo mal, les decía: "¿Sabes quién es mi abuelo? Podría hacer que te despidieran." Cua ndo su madre se enteró, Jenny fue castigada y obligada a hablar con esa persona y disculparse. Su mamá estaba decidida a que sus hijos no creciera n sintiéndose con derechos de apellido, sino bendecidos por formar parte de la familia Copeland. Todos los nietos había n aprendido desde muy pequeños a no decir palabras llenas de miedo, duda o incredulidad. Tenían especial cuidado con su abuelo, Pequeñez Sagrada Jenny Kutz entró a la casa de su madre y aspiró el dulce aroma de aquel lugar al que llamaba "hogar". Impresionantes adornos alemanes adornaban el majestuoso árbol de Navidad. Su madre, Kellie Copeland, tenía tal don para la decoración navideña que la casa parecía que podría haber sido utilizada en una película de temporada.

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