LV V C
:
5
por Kenneth Copeland
Pa s a n t o do s u t iemp o de or a c ión
hablá ndole a Dios acerca de cua lquier
problema que estén enfrentando… y listo.
Luego dicen "Amén", sin dedicar tiempo
alguno a escuchar lo que Dios tiene que
decirles.
La oración debe ser un diálogo, no un
monólogo. Todos necesita mos recibir
la revelación que un ministro recibió
sobre este tema hace unos años. Un día,
m ientra s estaba postrado en el suelo
ante Dios, gritando y chillando por sus
problemas, descubrió de repente que: Aquí
yace un tonto que no sabe nada hablando
con Aquél que lo sabe todo.
La mayoría de nosotros ha caído en esa
trampa alguna vez. Pero, como personas
nacidas de nuevo y llenas del Espíritu,
de b er í a mo s s er c a p a c e s de h a c erlo
mejor. En lugar de retorcernos las manos
en oración y decir: "¡Oh, Dios, no sé que
hacer!", debemos aprender a orar como lo
hizo el apóstol Pablo, para que Dios nos
«llene del conocimiento de su voluntad en
toda sabiduría e inteligencia espiritual»
(Colosenses 1:9). Entonces, debemos creer
que Él lo hará y esperar expectantes en Su
presencia.
¿Por qué podemos estar tan seguros de
que nos hablará y de que podremos oírle?
Porque Jesús lo dijo. Nos dijo que Él es
el Buen Pastor, que somos Sus ovejas y
que oímos Su voz (Juan 10:4). Dijo que el
Espíritu Santo, a quien envió a vivir en
nosotros, nos enseñaría todas las cosas.
Q ue Él « los g u ia rá a t oda la Verda d
( l a Verd a d c omplet a , plen a). Porque
no hablará por su propia cuenta [por su
A lo largo de los años,
he descubierto que un
error común entre los
creyentes cuando oran
es que ellos son los
que hablan!