LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Febrero 2016

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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LV V C : 7 El día que Jesús no pudo hacer un milagro "Sí hermano Copeland, pero los milagros no siempre suceden en esas situaciones. Yo he estado en servicios donde el evangelio es predicado y el ministro habla acerca de milagros y aun así, según mi experiencia, nadie ha recibido nada" Entonces te encuentras en buena c omp a ñ í a . Je s ú s t u v o l a m i s m a experiencia en su ciudad, Nazaret. Cuando predicó en la sinagoga de la ciudad, no ocurrió ningún milagro grandioso, a pesar de que el poder del Espíritu Santo estaba sobre Él y de que anunció uno de los más grandes sermones que algún grupo de personas pudiera alguna vez esperado escuchar. Leyendo de Isaías 61, Él dijo: «El Espír it u del Señor está sobre mí. Me ha ungido para proclamar buena s not ic ia s a los p obre s; me h a env i a do a pro c l a m a r l ib e r t a d a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a proclamar el año de la buena voluntad del Señor.» Enrolló luego el libro… Todos en la sina gog a lo m i raba n jamente.Entonces él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes» (Lucas 4:18-21). Si piensas que ese mensaje suena muy parecido a lo que Felipe predicó, estás en lo cierto. ¡Felipe recibió ese mensaje de parte de Jesús! Él escuchó a Jesús predicarlo una y otra vez. En cualquier lugar que Jesús visitaba, pred icaba el mismo mensaje: "El Espíritu del SEÑOR está sobre mí. Estoy aquí con la unción de Dios sobre mí para remover todas las cargas y yugos que el diablo ha puesto sobre ti a través de la maldición. ¡Hombre pobre, no tienes que ser más pobre! ¡Enfermo, no tienes que estar más enfermo! ¡Hombre ciego, no tienes que estar ciego por más tiempo! ¡YO SOY LA BENDICIÓN del SEÑOR, y estoy aquí! Sin embargo, en Nazaret, al contrario que en Samaria, la gente no le prestó atención al mensaje. En vez de hacerlo, se ofendieron. Ellos conocían a Jesús desde que era un niño y no les gustó lo que estaba diciendo. Dijeron: "¿Quién se cree que es andando por todos lados diciendo que es el Ungido de Dios?" Como resultado: «Jesús no pudo realizar allí ningún milagro» (Marcos 6:5). Mira ese versículo nuevamente: no dice que Jesús no quiso hacer ningún milagro entre la gente de Nazaret. Dice que no pudo. Esto va en contra de la teología de mucha gente. Ellos creen que Dios puede hacer cualquier cosa que quiera, en cualquier momento. Creen que si reciben un milagro o no, depende totalmente de Él. Pero no es así. Una vez que hemos escuchado el evangelio, recibir nuestro milagro depende de nosotros. "Pero hermano Copeland, ¿qué pasa si yo escucho el evangelio y lo creo, pero no es la voluntad de Dios sanarme?" ¿Por qué no habría de serlo? ¿Eres tan especial como para que Él no lo haga? Multitudes de personas vinieron a Jesús para recibir sanidad cuando Él estaba en la Tierra «y él los sanó a todos» (Mateo 12:15). Ni una sola vez le dijo a alguien que no era su voluntad sanarlo. No importaba quieres eran o en que condición estaban; Jesús estaba dispuesto a obrar milagros para lo peor de lo peor. Por ejemplo, obser va el hombre leproso de Lucas 5. De acuerdo a Lucas, quien era un médico, el cuerpo del hombre estaba «lleno de lepra» (versículo 12), lo que significa que este hombre se encontraba en la última fase de la enfermedad; tenía heridas abiertas en todo su cuerpo, y estaba listo para morir. Totalmente apartado de sus amigos y familia, rechazado por la sociedad, si alguna vez existió alguien con buenas raz ones pa ra preg unta rse si Dios lo sanaría, ese era este hombre. Sin embargo, él fue a Jesús de todas formas. Habiendo escuchado acerca de la unción de Jesús, cayó sobre su rostro frente a Jesús y dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme» (versículo 12). ¿Cómo respondió Jesús? «Entonces Jesús extendió la mano, y lo tocó» (versículo 13). I m a g í n a t e . A e s t e h o m b r e probablemente nadie lo había tocado durante muchos años. Su enfermedad era contagiosa. Estaba desf igurado y en descomposición. Nadie quería estar cerca suyo. Y aun así, Jesús no solo se le acercó, sino que lo tocó diciendo: «Quiero. Ya has quedado limpio. Y al instante se le quitó la lepra». ¡A eso es lo que yo llamo un milagro! Repentinamente, la enfermedad mortal que había estado consumiendo a ese hombre desapareció, junto con cada demonio que estaba detrás de ella, y todo rastro físico. Su vida entera cambió en un instante. ¿Por qué sucedió? Por la misma razón por la que los milagros sucedieron entre la gente de Samaria. Debido a la unción. El hombre prestó atención a lo que había escuchado, y escogió creerlo. Tu milagro, tu elección " Pero her ma no Copela nd , ¡eso sucedió hace miles de años!" ¿Y qué importa? Jesús es: «el mismo ayer, hoy, y por los siglos» (Hebreos 13:8). Hoy Él es tan amoroso y ungido como alguna vez lo ha sido. Él todavía tiene el mismo poder y todavía está declarando la misa palabra a quien lo busca con fe por un milagro. Él todavía está diciendo: "Lo haré..." Por esa misma razón no tienes que preguntarte si Él hará un milagro para ti. Él ya tomó su decisión. ¡Él te ha escogido! Ha escogido amarte, redimirte, sanarte y BENDECIRTE con la BENDICIÓN de Abraham. Él ha escogido hacer que Su Unción esté totalmente disponible para ti. Ahora, la elección es tuya. Como dice en Deuteronomio 30:19: «Hoy pongo a los cielos y a la tierra por testigos contra ustedes, de que he puesto ante ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida, para que tú y tu descendencia vivan». El poder para liberar la unción en tu vida está en la palabra escoger. Es cuando escoges creer en la unción de Jesús que la conexión es establecida. Siempre recordaré la primera vez que

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