LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Marzo 2016

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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LV V C : 2 3 trajeron reportes de lo que habían visto acerca de las personas que Dios les había dicho que estarían allí—los Jivitas, Hititas, Jebuseos, Amorreos y Cananeos. En realidad, ellos declararon parte de lo que Dios ya había dicho. Sin embargo, el miedo los controló y fallaron en declarar la parte más importante de lo que Dios les había dicho: «Pero a ustedes les he prometido darles posesión de la tierra de esas naciones… y yo se la entregaré a ustedes para que la posean. Yo soy el Señor su Dios, que los ha apartado de los pueblos» (Levítico 20:24). Moisés les había entregado el mensaje de Dios de esta manera: «Una vez que el Señor los haga entrar en la tierra de los cananeos y se la haya dado, conforme al juramento que les hizo a ustedes y a sus antepasados» (Éxodo 13:11, NVI). La tierra que habían espiado era su tierra. Dios se las había prometido a sus antepasados y a ellos mismos. Dios les había dicho que fueran y la tomaran. Pero ellos no tenían fe en la promesa de Dios. Ellos no le habían creído. No sólo fallaron en confesar lo que Dios había dicho, sino que la mayoría de ellos confesaron lo contrario. Y esa falla resultó en que su generación recibió exactamente lo que habían confesado. Ninguno entró en la Tierra Prometida… excepto por dos— Josué y Caleb, quienes habían cultivado sus corazones para creerle a Dios y ponerse de acuerdo con Él. ¡Ellos declararon que lo que Dios había prometido podía hacerse, y ellos recibieron la promesa! Tus palabras transforman cosas Esta Ley de la Confesión, así como las leyes aerodinámicas, tiene el poder de llevarte a tu destino. Las leyes que gobiernan la aviación pueden hacer que v ueles y aterrices con seguridad. Están diseñadas para funcionar todo el tiempo. La ley de la declaración funciona de la misma forma— llevándote a los lugares y las cosas que Dios tiene para ti. Si crees Su Palabra y llenas tu corazón con ella, puedes usar las palabras de la misma manera que Él lo hizo y recibir los mismos resultados. Jesús lo demostró durante Sus días en la Tierra. Tú tienes el poder ilimitado como lo tenía Jesús. Y está contenido en lo que sale de tu boca. Nosotros fuimos diseñados para vivir esta vida en la carne por el poder del Espíritu—nuestro corazón—y lo que sale del mismo a través de nuestras palabras. Observa el estado de tu vida ahora mismo. Es el resultado directo de las palabras proclamadas por alguien. La mayoría de las veces son tus propias palabras, pero a veces esas palabras han sido sustentadas por las palabras de tus padres u otras personas. Sí, las palabras han establecido tu vida. Pero no puedes culpar a otros, porque la Palabra de Dios y la Ley de la Confesión tienen el poder de deshacer y anular todo lo que se ha dicho acerca de ti. Dios lo ha establecido así. Su Palabra puede cambiar nuestra vida, pero solo por lo que creemos y declaramos. ¡Nadie puede detener el avance de esta realidad en nuestra vida más que nosotros! ¡Nada puede detenernos de la vida que Dios tiene planeada para nosotros—excepto nosotros mismos! ¿Qué estamos esperando? Desde el día en que Él creo la Tierra, Dios siempre ha buscado a las personas que van a creer Su Palabra, al sembrarla en sus corazones y confesarla con sus bocas—gente que simplemente se pondrá de acuerdo con Él. Está buscando personas que usarán la Ley de la Confesión para cambiar las cosas, no sólo en sus propias vidas sino también en el mundo a su alrededor. Dios tiene un destino para cada uno de nosotros, tal como lo hizo para los hijos de Israel—una tierra prometida y un lugar seguro para vivir. Él tiene un plan para nuestras familias, iglesias y nuestra nación. ¿Estamos nosotros demorando llegar a nuestro propio destino, como los israelitas, debido a lo que ha estado saliendo de nuestra boca? ¿Estamos quejándonos d e m a s i a d o y a l a b a n d o e n f o r m a insuficiente? ¿Hemos dejado que nuestra confianza en la Palabra de Dios se resbale porque no la hemos construido en nuestro corazón en abundancia? ¿Hemos llenado nuestro corazón con cosas contrarias a la bondad y la misericordia de Dios, y hemos permitido que la contrariedad sea el patrón de nuestra declaración diaria? ¿Nos damos cuenta que la Ley de la declaración siempre funcionara en nuestra vida de acuerdo a la condición de nuestro corazón? Si podemos responder "Sí" a cualquiera d e e s a s p r e g u nt a s , y n o e s t a m o s experimentando las cosas que Dios nos ha prometido, es el momento de hacer un cambio. Cuanto tomas la decisión de poner la Ley de la Confesión en funcionamiento para cambiar tu vida, nada podrá detenerte. ¡La Ley de la Confesión lo supera todo! Ningún principado o poder pueden detenerla. Ningún gobierno puede detenerla. Tu nivel de educación no puede detenerla. Cuando tu corazón está alineado con la Palabra de Dios, la declaración de Jesús de mover montañas será tuya: «Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: "¡Quítate de ahí y échate en el mar!", su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá» (Marcos 11:23). ¡No e s p e r e s n i u n m i nuto m á s! Créele a Dios, abre tu boca y habla de la abundancia de tu corazón. ¡Permite que la ley de la declaración empiece a cambiar tus circunstancias! Esta Ley de la Confesión, así como las leyes aerodinámicas, tiene el poder de llevarte a tu destino.

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