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H a bí a n c ont a do h i s tor i a s y
habían honrado la vida de David
Crank padre. Sin embargo, toda
una vida de memorias, entre un
padre y un hijo, no podía resumirse
en un servicio fúnebre. Solo, y en
silencio, David permitió que sus
pensamientos regresaran a esos
primeros años.
Su papá había crecido en un
barrio pobre, en donde había sido
testigo del lado feo de la vida. En
su juventud se había convertido en
un honorable oficial de policía de
St. Louis. Probablemente él hubiera
permanecido en la fuerza policial
hasta que se retirara, pero Dios
inter vino, llamándolo a predicar
el evangelio.
Cambiarse al ministerio había
sido todo, menos fácil.
Al comienzo la familia tuvo que
vivir en una casa rodante, y su papá
tuvo que empeñar lo que tenían por
dinero para la gasolina, y así poder
ir al siguiente pueblo a predicar.
En mayo de 1975 ellos estaban en
Batsv il le, A rk ansas, cuando un
hombre le preguntó a David padre
si a lg una ve z había esc uc hado
hablar de Kenneth Copeland.
"No, la verdad no puedo decir
que lo he hecho".
" Pre d ic a s p a re c ido a é l ", le
respondió el hombre, al tiempo que
le entregaba un casete.
Un a ño después, en Gra n ite
Cit y, Illinois, la familia escuchó
a l her ma no Copela nd en v ivo.
Du rante el ser v icio esa noche,
él inv itó a la s persona s a que
se hicieran colaboradores de su
ministerio.
Dav id Cra n k pad re supo que
el Señor quería que colaborara con
Kenneth Copeland poco tiempo
después de que empezó a escuchar sus
enseñanzas. Sin embargo, ¿qué podía
dar? Había empeñado su guitarra
para comprar gasolina para poder irse
del pueblo en el que hizo su última
reunión. Ya había empeñado su reloj y
necesitaban comida.
¡La Asociación Evangelista David
avid Crank hijo,
abrió la puerta de la
iglesia y entró. El funeral
se había terminado y
todos se habían ido
a sus casas; aún así,
él esperaba escuchar
los pasos de su padre.
Escuchar la voz de su
papá llamándolo
por su nombre.
D
por
Melanie
Hemry