LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Enero 2017

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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LV V C : 1 3 ola a todos. Me gustaría poder estar con ustedes hoy, en este aniversario número 40 de nuestros amados amigos, Kenneth y Gloria Copeland. Hace cuarenta años, en realidad un año menos, treinta y nueve años atrás, ellos cruzaron la puerta de la Universidad Oral Roberts (ORU), atravesando las banderas que representan los distintos países de origen de nuestros estudiantes—más de 50 naciones. Kenneth se inscribió, siendo uno de los estudiantes de primer año de mayor edad que hayamos tenido. La primera vez que escuché de Kenneth, fue a través de mi socio en las cruzadas, Bob DeWeese, quien también era nuestro piloto. Él me dijo: "Oral, pienso que necesitamos otro piloto, y se acaba de inscribir uno formidable en ORU". "¿Cómo se llama?" "Kenneth Copeland, oriundo de Fort Worth y creo que tu esposa Evelyn es conocida de su mamá". Después, descubrí que Evelyn efectivamente conocía a su mamá y que eran buenas amigas. Entonces, contratamos a Kenneth para que volara con nosotros en nuestras cruzadas y a otros lugares, y Kenneth resultó haciendo mucho más que pilotear. Se convirtió en mi chofer personal desde el hotel hacia las cruzadas; si una ciudad era lo suficientemente cercana a Tulsa, viajábamos en auto. Kenneth también se convirtió en la persona que preparaba a los discapacitados en una carpa especial que teníamos, además de la carpa principal de 10.000 asientos, la cual estaba preparada para ambulancias y todo aquel que trajera a las personas más enfermas que alguna vez hayas visto para recibir oración. El trabajo de Kenneth consistía en escuchar mientras yo predicaba. Y al final, mientras me alistaba para ir a la carpa especial e imponer manos sobre cada discapacitado, debía pararse y parafrasear mi mensaje en cinco minutos, como máximo diez, y explicarles lo que haría cuando llegara. Yo los tocaría, a cada uno de ellos, en el Nombre de Jesús. Con el pasar de los meses, observé que Ken estaba haciendo un muy buen trabajo; recuerda, esta era su primera experiencia haciendo algo por el estilo. Yo sabía que Kenneth siempre estaba a mi lado, algunas veces susurrándome algo al oído acerca de algún enfermo en particular. Recuerdo una ocasión en la que llegamos a una persona con un caso severo de cáncer; me di la vuelta hacia Kenneth y le dije: "Kenneth, imponle las manos a esta persona". Kenneth nunca lo había hecho, pero se armó de valentía y en ese momento oró, de la mejor manera posible; yo no estaba complacido con la fortaleza ni con el entusiasmo de su oración. Así que él recuerda lo que sucedió a continuación: con una voz muy fuerte, exclamé: "En el Nombre del león de la Tribu de Judá, ¡levántate y sé sana!" Él me dijo que esa fue una de las cosas más impactantes, tanto para su vida como para su futuro ministerio. Kenneth era así. Cuando manejábamos del hotel hacia la cruzada y auditorios bajo la gran carpa, mis hombres le habían instruido: "No te dirijas al hermano Roberts, a menos que él lo haga primero", porque yo tenía mi mente enfocada en el mensaje y en mi actitud. Algunas veces hablaba con él. Y si tenía algo ardiendo en mi corazón, y ya sabiendo que él estaría en el ministerio, lo compartía con él. Yo desconocía la memoria fantástica que este joven tenía. Creo que Ken tendría unos 28 o 29 años en ese momento. Sin embargo, alcancé a conocerlos a ambos, Ken y Gloria. Al final de su temporada en la Universidad de Oral Roberts, entraron en contacto con diversos ministerios. El hermano Hagin tuvo una influencia tremenda en ellos. Recuerdo a Gloria contándome acerca de los casetes que había conseguido de este gran profeta de Dios; H

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