LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Enero 2017

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

Issue link: http://read.uberflip.com/i/783555

Contents of this Issue

Navigation

Page 22 of 27

LV V C : 2 3 Cuando decidiste que Jesús fuera el Señor de tu vida, naciste de nuevo de la muerte a la vida. Primera de Juan 5:1 dice: «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios». En Lucas 12:32 Jesús dijo: «Ustedes son un rebaño pequeño. Pero no tengan miedo, porque su Padre ha decidido darles el reino». ¡No eres dueño solamente de una parte del reino de Dios; eres el dueño de todo! Sin embargo, Jesús nombró dos cosas que debemos buscar en Mateo 6: Él nos dijo que buscáramos (1) el reino de Dios y (2) Su justicia. Saber que somos ciudadanos del reino de Dios es tremendo, pero si no tenemos la revelación de la justicia, nunca sabremos la realidad de nuestros derechos del reino. La justicia es estar justificados delante de Dios. Es un regalo gratuito, que se recibe por medio de la fe, no por medio de los sentimientos. Romanos 3:21-22 dice que la justicia ya se ha manifestado por la fe en Jesucristo. Ya ha llegado. Observando a través de los ojos de Dios Examinémoslo a través de los ojos de Dios. Dios ve al creyente a través de Su PALABRA. Él nos ve en Jesucristo. Él no nos ve de la misma manera que nosotros nos vemos. Necesitamos vernos de la manera que Dios nos ve, para después, actuar conforme aquello que vemos. Los que Dios ve es lo que realmente somos. De acuerdo con 2 Corintios 5:21, hemos sido hecho la justicia de Dios en Jesucristo. Pueda que no lo sintamos de esa manera o no luzca como tal, pero de cualquier manera es la verdad. Nosotros somos hoy el Cuerpo de Cristo en la Tierra—un espíritu con Él, hueso de Su hueso, carne de Su carne, llenos de Su poderoso Espíritu Santo. Nos fortalece darnos cuenta de que tenemos una posición justa delante de Dios. Esto hace que esperemos resultados cuando oramos. He aprendido a depositar mi conf ianza y fe en mi posición justa con Dios—no por algo que yo haya hecho, sino por lo que Jesús ya ha hecho por mí. Nos ha sido dado el reino de Dios y tenemos una posición en ese reino que es igual a la posición de Jesús. Dios nos ama tanto como amó a Jesús durante Su ministerio terrenal. La Biblia dice que en Dios no hay cambio ni sombra de variación (Santiago 1:17). Él no varía. Él es el mismo hoy, como lo fue hace 2.000 años. Él te ama y me ama a mí, ahora mismo, con el mismo amor, la misma dedicación y la misma devoción, más allá del propio entendimiento humano. Él nos ama con ese amor copioso, abundante y poderoso con el que el ama a Jesús ahora mismo. En Efesios 2 leemos la descripción magnífica del amor de Dios hacia Su iglesia. Los versículos 6 y 7 nos dicen que Él nos levantó y nos sentó en lugares celestiales con Jesús con una razón: «para mostrar en los tiempos venideros las abundantes riquezas de su gracia y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús». El versículo 10 dice: «Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras». Necesitamos permitir que nuestro lugar en Cristo Jesús tome su lugar en nosotros. La voluntad de Dios La voluntad de Dios es que nos apropiemos del reino. Recuerda lo que Jesús dijo: «a su Padre le ha placido darles el reino» (RVA-2015). La voluntad de Dios para nosotros es que vivamos por encima del mundo malvado. Colosenses 1:12-13 dice: «darán las gracias al Padre, que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; y que también nos ha librado del poder de la oscuridad y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo». L a v o l u nt a d d e D i o s e s q u e c a m i nemo s en l a nue v a v id a , a semejanza de Cristo. Pablo le escribió a la iglesia de Gálatas: «Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en ustedes» (Gálatas 4:19). Estamos predestinados a ser conformados a la imagen de Su Hijo. Como ciudadanos del reino de Dios, hemos recibido derechos, privilegios y libertades para que disfrutemos toda cosa que nuestra posición justa delante de Dios nos provea—no como siervos, sino como hijos (Gálatas 4:7). Romanos 8:16-17 dice: «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo». Nuestra ciudadanía es del reino de Dios. Nosotros no somos ciudadanos de

Articles in this issue

Archives of this issue

view archives of LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Edición Enero 2017