LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Enero 2017

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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olvides ninguna de sus bendiciones! El Señor perdona todas tus maldades, y sana todas tus dolencias. El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia» (Salmo 103:2-4). • «Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído para escuchar mis razones. No las pierdas de vista; guárdalas en lo más profundo de tu corazón. Ellas son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo» (Proverbios 4:20-22). Tan obra de Satanás como el mismo pecado "Pero Gloria, todos esos versículos están en el Antiguo testamento. ¿Estás segura de que todavía funcionan para nosotros, ahora?" Por supuesto que sí. Dios no habría encontrado una manera para que Su pueblo fuera sano hace miles de años, bajo el Antiguo Pacto, y luego, después de enviar a Jesús a pagar por el precio de nuestros pecados, acabar con la sanidad bajo el Nuevo Pacto. ¡Eso sería absurdo! Es más, sería imposible porque, como ya lo hemos establecido, Dios nunca cambia. En Él: «no hay cambio ni sombra de variación» (Santiago 1:17). Así que, si Él alguna vez fue el sanador, todavía lo es. Dios siempre ha sido y siempre será un enemigo de la enfermedad y las dolencias porque éstas tienen su origen en el diablo. Son parte de la maldición que vino sobre el mundo cuando Adán pecó. Las enfermedades son tan malignas, destructivas y una obra de Satanás, tanto como el pecado en sí mismo. Las religiones creadas por los hombres lo han malentendido. Le han enseñado a la gente que algunas veces Dios es el autor de la enfermedad. Sin embargo, eso es una mentira absoluta. Dios es el autor de la justicia y la bondad: «El Señor es compasivo y lleno de ternura… y grande en misericordia. El Señor es bueno con todos, y se compadece de toda su creación» (Salmo 145:8-9). Dios no va por ahí robándose la salud de la gente. Él no va por ahí poniendo enfermedades sobre las personas. El ladrón es quien lo hace, y el ladrón es Satanás, no Dios. Como Jesús lo dijo en Juan 10:10: «El ladrón viene… a robar, matar y destruir. Yo vine para que puedan disfrutar la vida y tenerla en abundancia (al máximo, hasta que sobreabunde). (La Biblia Amplificada, Edición Clásica). El propósito total del ministerio de Jesús fue «deshacer las obras del diablo» (1 Juan 3:8). Por esa razón, cuando Él estaba en la Tierra, dominó al diablo en toda ocasión. Él hizo que aquellos cuerpos que satanás había retorcido, se enderezaran. Expulsó demonios. Resucitó de entre los muertos personas que el diablo había matado. Hizo "hablar a los mudos, sanar a los mancos, ver a los ciegos", y ellos "glorificaron al Dios de Israel". (Mateo 15:31, RVA). ¡Durante los tres años completos de Su ministerio, Jesús fue la peor pesadilla del diablo… y ese fue tan solo el comienzo! Una vez que terminó Su obra en la Tierra, fue a la cruz, compró nuestra redención por completo y recuperó todo lo que el diablo había obtenido con el pecado de Adán. Él no simplemente destruyó la obra del pecado para dejar que las enfermedades y las dolencias se quedaran dominando. A través de Su muerte y resurrección, Jesús nos liberó completamente—en espíritu, alma y cuerpo. «Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados» (Isaías 53:5). O, como 1 Pedro 2:24 lo dice: «Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados». En realidad la Biblia dice que si el diablo hubiera entendido lo que Jesús estaba haciendo realmente cuando fue a la cruz, él nunca hubiera crucificado al Señor de la gloria. Ese fue el peor error que Satanás cometió alguna vez. El diablo no tenía idea de que, a través de la resurrección, Jesús abriría el camino para que las personas nacieran de nuevo a la imagen de Jesús. El nunca imaginó que después de la crucifixión tendría que lidiar con millones de creyentes que iban a caminar en la autoridad de Jesús y hacer las mismas obras. Éste era un misterio escondido en Dios. Un mal día para el infierno ¿Sabes que Satanás quedó totalmente sorprendido tres días después de la crucifixión, cuando delante de sus ojos, ese misterio comenzó a revelarse? Te lo digo, ¡ese fue un mal día para el infierno! Imagínatelo. El diablo y sus hordas demon iac a s p ensaba n que había n acabado con Jesús. Lo tenían atrapado en el infierno y estaban celebrando, porque tenían al redentor de la humanidad en sus manos. Después, repentinamente la Gloria de Dios vino como una tormenta y resucitó a Jesús, allí mismo en los dominios de Satanás, arrancándole a Jesús. Él: «Desa rmó además a los poderes y las potestades, y los exhibió públicamente al triunfar sobre ellos» (Colosenses 2:15). Él le arrancó a Satanás su armadura y toda la autoridad que Adán le había traspasado en la caída, le quitó las llaves de la muerte y el infierno, y lo dejó sin nada—¡absolutamente nada! Desde ese momento, el diablo ha estado totalmente derrotado. La única arma que posee es el arma del engaño. Eso significa que la única forma en la que puede impedirte que recibas la sanidad es mintiéndote. El ya hecho que no creas la Palabra de Dios haciéndote pensa r que t u cond ición no t iene esperanza, o que Dios no se preocupa por ti, o que por alguna razón no mereces ser sano. Si crees en esas mentiras, el diablo continuará dominándote. Mantendrá tu cuerpo enfermo. Sin embargo, si crees la Palabra y lo resistes, no tendrá otra opción más que huir. "Pero Gloria, ¿y si he pecado? ¿Eso hará que no reciba mi sanidad?" ¡No! El perdón y la sanidad son parte del mismo paquete espiritual. Todo lo que debes hacer es arrepentirte y recibir ambos al mismo tiempo. Puedes actuar sobre Santiago 5:15 y simplemente creer que: «La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus pecados le serán perdonados». Dios es rápido pa ra perdona r, y también para sanar. Así que no hagas de la sanidad algo complejo. Haz que sea simple al hacerlo de la forma que Dios quiere. Recibe Su Palabra, créela, y no dejes que el diablo te diga lo contario y te haga dudar. ¡Ponte de acuerdo con Dios y sé sano… en todo momento!

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