LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Febrero 2017

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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Al comienzo, la música y el canto formaron gran parte en la vida de toda la familia, nos relata Anna. "Siempre supe que tenía un llamado a la música; sin embargo, me sentía inadec uada , inseg u ra y f uera de lugar", confiesa. "Sin embargo, fue la Academia Superkids la que cambió mi v ida. De ma nera a lg una, los Comandantes de la Academia, Dana y Linda Johnson, vieron más allá de mis miedos e inseguridades y descubrieron mis dones". La Academia Superkids era como el país de las maravillas para Anna. Los miércoles por la noche, Anna y sus hermanos asistían al entrenamiento de cadetes. Yendo de estación en estación, Anna aprendió los principios por los que viviría toda su vida. Aprendió acerca de Dios, cómo a laba rlo y cómo entrar a Su presencia. También aprendió acerca del corazón de Jesús. A nna y los otros niños tenían la oportunidad de poner en práctica lo que aprendían. Cuando a lcanz ó la edad de 10 a ños , A n na e st aba l ider a ndo l a alabanza en la iglesia de niños. Estaba mortificada por ser el foco de atención, pero también impresionada por la oportunidad que le habían ofrecido. La pequeña niña glorificaba a Dios a través de la alabanza. No importaba si se equivocaba de nota. Lo que le i m p o r t a b a a l o s C o m a n d a n t e s Dana y Linda era que entraban a la presencia de Dios. Importaba que ellos confiaban en el Espíritu Santo, y no en su carne. Cuando Anna tenía 11 años, el comandante Dana le pidió a ella y a su hermana, y a otras dos hermanas, que grabaran un disco. En los años siguientes, Las Niñas, como se las conocía, hicieron cuatro grabaciones. "Cantábamos en las conferencias y convenciones por todos los Estados Unidos, desde la Convención de Cre yente s de l a costa Oe ste en A n a h e i m , C a l i f o r n i a , h a s t a l a Convención de los Creyentes del Suroeste en Fort Worth ", recuerda Anna. "Liderábamos la alabanza y le enseñábamos a los niños. Yo todavía tenía un acento ruso muy fuerte, sin emba rgo, no lo notaba. También luchaba con una gran vergüenza por mi peso y una baja autoestima. Mi inseguridad me hacía preguntarme si yo no era más que una voz. ¿No era buena para nada más? ¿Quién era yo? "Le rogué a mis padres que me paga ran lecciones de canto, pero costaban $100 la hora y ellos no tenían ese dinero. Así que oré y le pedí a Dios que hiciera lo que Él hace mejor: que me enseñara". Vinculándose al pasado El sol brillaba contra un cielo color zafiro, mientras el avión se deslizaba por encima del Mar Negro. A sus 12 años, Anna miraba por la ventana mientras sobrevolaban la ciudad de Yalta. Pasando un nudo en la garganta, se preparó para aterrizar en Ucrania— la primera visita a su tierra natal desde que la familia había emigrado a los EE.UU. Yalta, una ciudad turística en la costa sur de la Península de Crimea, estaba ubicada en la costa del Mar Negro, a unos 800 Km de distancia de su lugar de nacimiento, Odesa. Aún con el cansancio del vuelo, Anna salió del aeropuerto y sintió una poderosa conexión con su tierra natal. Dondequiera que se daba vuelta, la gente hablaba ruso, y lo sentía como un bálsamo para su alma. Dana y Linda habían escog ido a Anna como parte del equipo que viajaría junto a los pastores George y Terri Pearsons de la iglesia EMIC, a los cuales les habían pedido ministrar en una conferencia de ministros en Ya lt a . M ie nt r a s D a n a y L i nd a enseñaban en el ministerio de niños, Anna y otros niños compartían lo que habían aprendido. "Me puse de pie en ese lugar repleto de gente y dejé que mi voz se elevara en alabanza a Dios, en ruso", recuerda A nna. "Lo que más me l lamó la atención fue la alabanza apasionada que surgió de los cristianos en el lugar. Fue muy inspirador añadir mi voz a la suya. Aunque no tenía familia en Ucrania, mi corazón se mezclaba con el suyo. Volé a casa con una nueva apreciación de mi patria, y con un gozo renovado de cantar en ruso". A nna reg resó a su casa en un " He estado muy oc upada pa ra escribir", respondió Anna, alejándose para doblar la ropa limpia. La verdad era que, como Anna bien lo sabía, su carrera de cantante estaba paralizada. Como una estrella infantil cuya carrera se acaba al alcanzar la edad adulta, Anna Byrd no tenía ni la más remota idea de qué hacer con su vida. Crisis de identidad "A pesar de haberme criado en la iglesia, todavía luchaba con una crisis de identidad", recuerda Anna. "Nací en Ucrania, en la ciudad de Odesa, y el ruso era mi primer idioma. Era una entre cinco hijos en una familia cristiana. Mi papá siempre quiso hacer trabajo de misionero, así que cantó y viajó hasta que el Señor le dijo que se mudaran a los Estados Unidos. Nos patrocinó una familia en Missouri, así que mis padres vendieron la mayoría de sus pertenencias y nos mudamos allí cuando yo tenía 2 años. Mi papá trabajaba en un restaurante chino y le pagaban el salario mínimo". " Pa r a 19 9 2 , m i p ap á e s t a b a s i g u i e n d o a K e n n e t h H a g i n y había empezado a hacer a lg unas traducciones para Kenneth Copeland. E l h e r m a n o C o p e l a n d q u e r í a que hiciera más, así que ese año nos mudamos a For t Wor th. Mi papá nos enseñó la palabra de fe y orábamos juntos como familia todas las mañanas. Él nos hacía exámenes durante la semana y nos daba diez centavos por cada respuesta correcta. En la casa, mi papá sólo nos permitía hablar en ruso, porque quería que fuéramos bilingües". Destapando el regalo " Yo tenía 5 años cuando empecé a asistir a la Iglesia Eagle Mountain International (EMIC por sus siglas en inglés). Allí estaba yo, con mi acento ruso, un moño grande y en mi ropa vieja. Cuando era pequeña no me daba cuenta que éramos pobres. Sólo sabía que éramos distintos. Mis padres hicieron un buen trabajo haciéndonos sent ir que tenía mos todo lo que necesitábamos—simplemente nunca encajé".

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