LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Abril 2017

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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yo no he podido conseguir esa clase de resultados. A pesar de que invierto tiempo en La PALABRA y la creo con todo mi corazón, parece que mis palabras no tienen esa clase de poder". Quizás porque realmente no tienes confianza en ellas. Probablemente estás creyendo bien las palabras de Dios, pero no crees las tuyas. Cuando se trata de operar en la clase de fe de Dios, eso puede ser un problema muy real. Mira Marcos 11:23 y verás a lo que me refiero. Allí Jesús dijo: «Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: "¡Quítate de ahí y échate en el mar!", su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá». Nota que para que la fe haga lo que ha sido diseñada a hacer, tienes que empezar con La PALABRA hasta que creas en tu corazón que lo que dices sucederá. Tienes que llegar al punto donde tu confianza no solo se halla en el poder de las palabras de Dios, sino en el poder de tus palabras. ¿Cómo desa r rol las esa c lase de confianza? De la misma manera que desarrollas tu fe por cualquier otra cosa. Te alimentas de lo que la Biblia dice al respecto al leer y meditar en escrituras como: • «Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado" (Mateo 12:36-37). • «El hombre bueno, saca lo bueno del buen tesoro de su corazón. El hombre malo, saca lo malo del mal tesoro de su corazón; porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Lucas 6:45). • «El hombre de bien se nutre con sus palabras… El que cuida su boca se cuida a sí mismo; el que habla mucho tendrá problemas» (Proverbios 13:2-3). • «La lengua apacible es árbol de vida; la lengua perversa daña el espíritu» (Proverbios 15:4). • «Hay quienes, con lo que dicen, logran satisfacer su hambre. El que ama la lengua comerá de sus frutos; ella tiene poder sobre la vida y la muerte» (Proverbios 18:20-21). • «Por lo tanto, hermanos santos, que tienen parte del llamamiento celestial, consideren a Cristo Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos» (Hebreos 3:1). El último versículo de esa lista es particularmente poderoso para edificar la fe. Dice que Cristo Jesús es el apóstol y el sumo sacerdote de nuestra confesión. La palabra apóstol signif ica: "enviado por Dios". La palabra Cristo se refiere al hecho de que Él está ungido con el poder de Dios. La palabra sacerdote habla de un ministro o administrador, y la palabra profesión o confesión significa "decir lo mismo". Combina todas esas palabras y verás que Jesús está ungido y enviado por Dios para servir como administrador acerca de lo que dices. Él está prestándole atención a tus palabras para que cuando digas lo mismo que Él dice, pueda involucrarse y asegurarse de que tus palabras se cumplan. ¡Ese es Su trabajo como Comandante en Jefe del Cuerpo de Cristo! Él es el presidente de toda esta operación. Él es el SEÑOR director de la Iglesia y tiene responsabilidad personal de prestar atención y hacer que cuando tus palabras se alineen con Sus palabras, ¡se hagan realidad! La verdad cambiará los hechos Sin embargo, quiero advertirte que cuando alinees tus palabras con lo que Jesús dice, sonarás muy distinto a los incrédulos de este mundo. Prácticamente todo lo que saben hacer es hablar de cómo se sienten y de lo que ven en el ambiente natural. Si se sienten débiles, lo dicen; si se sienten enfermos, hablan de lo enfermos que están. Tú, como creyente, debes hacer lo contrario. Debes obedecer Joel 3:10: «diga el débil: Fuerte soy» (RVR-1960). "Pero hermano Copeland, ¿no estoy mintiendo al decir que soy fuerte cuando me siento tan débil que difícilmente me puedo mantener en pie? ¿No es negar la verdad decir que estoy sano cuando mis ojos están inf lamados y mi nariz congestionada?" No, porque esos sent imientos de debilidad y enfermedad no son la verdad. Tan solo son hechos físicos. La PALABRA de Dios es La verdad (Juan 17:17), ¡y si crees la verdad en tu corazón y te mantienes declarándola con tu boca, ésta cambiará los hechos! Jesús respaldará Su PALABRA en tu boca. La debilidad y la enfermedad se doblegarán, y tus palabras se harán una realidad. Hace años leí un libro de John Osteen en el que él lo decía de esta manera: "¡Hay un milagro en tu boca! La primera vez que leí esa frase mi espíritu se disparó como un cohete. Me emocioné tanto que llamé al hermano Osteen por teléfono y le dije: ¡John, me hubiera gustado haber dicho eso!" Todavía no puedo pensar en nada distinto para mejorarla. Es una de las declaraciones más emocionantes que jamás haya escuchado y es más cierta hoy que nunca: ¡Hay un milagro en tu boca! Lo que decides hacer acerca de ese milagro depende de ti. Como Dios dijo en Deuteronomio 30:19: «…os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida...». ¿Cómo escoges la vida? ¡A l escoger pa labras l lenas de fe! Lo haces al tomar la PALABR A de Dios, alimentando tu espíritu con ella, creyéndola y aferrándote a ella sin importar lo que pase. Jesús dijo, Mis Palabras: «son espíritu y son vida» (Juan 6:63). Ese es el Sistema de la BENDICIÓN de Dios y funciona todo el tiempo. Así que aprovéchalo. Deja de hablar palabras de incredulidad y de confesar la maldición sobre tu vida. Deja de decir tonterías como: "me emocioné tanto que casi me muero" o "estoy tan cansado y enfermo". Si te levantas una mañana estornudando y adolorido, no digas: "Oh, creo que me estoy enfermando. Hay epidemia de gripe y seguro se me prendió igual que a todo el mundo". ¡No! Haz lo que Proverbios 4:24 dice y: «Aparta de tu boca las palabras perversas; aleja de tus labios las palabras inicuas». Di: "He sido liberado de la maldición. ¡He escogido la vida y Su Nombre es Jesús! Él es mi SEÑOR. Él es mi Salvador. Él es mi Sanador y el Sumo sacerdote de mi profesión de fe y confieso que estoy BENDECIDO en todas las formas—¡en espíritu, alma y cuerpo!" Créelo. Decláralo y nunca te des por vencido. Nunca cambies tu confesión y nunca te olvides: ¡Hay un milagro en tu boca!

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