LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Mayo 2017

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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LV V C : 7 retomar los estudios en esa localidad. Uno de los compañeros de clase de Janet la invitó a la iglesia, donde oró la oración de salvación y le dio su corazón a Jesús. Esa Navidad, ella regresó a Pennsylvania a pasar las fiestas con su familia, urgiéndolos a orar la misma oración. De regreso en Minneapolis, Janet asistió a una universidad cristiana y tomó clases de Biblia. Allí había un programa de discipulado llamado Parkhouse que tenía una gran reputación, pero aceptaba a muy pocos participantes. Éste ofrecía casas para hombres y mujeres, que estaban separadas por una cuadra, y tenían adultos supervisores que vivían con ellos en cada casa. Janet aplicó para el programa, y fue admitida. Abandonó la universidad y se mudó a Parkhouse. Además de las actividades de la Iglesia, ella asistía al estudio bíblico una vez a la semana, ayudaba a producir obras de teatro para la Iglesia y hacía trabajo de discipulado en la comunidad. El programa duró un año y Janet disfrutó de la experiencia. C onoc ió a u n hombre c r ist ia no marav il loso y se enamoraron. Él le propuso mat r imon io, el la aceptó y empezaron consejería matrimonial con su pastor mientras planeaban la boda. La vida era maravillosa. Lo único que Janet deseaba que fuera diferente eran los viajes tan largos que su prometido, un corredor de motocicletas, tenía que hacer. Además, también tocaba la batería, así que Janet observó al monaguillo terminando de acomodar su ropa para luego irse. Desolada, como si una bomba hubiera explotado en su alma, una cosa estaba muy clara: no había lugar en la Tierra donde una pudiera estar a salvo de los hombres que acechaban a las jóvenes, débiles e indefensas. Ni siquiera en la casa de Dios. La ira alimentada por el dolor "Después de ese incidente, la ira en mi interior explotó aún más", Janet recuerda. "Golpeaba a niños todo el tiempo. Más tarde me di cuenta de que nunca atacaba a las niñas, únicamente a los niños. Yo era una de siete hijos—producto de cuatro padres diferentes, y nuestra familia era violenta y disfuncional. Los hombres en mi vida no habían sido dignos de confianza. Muchos de los que me encontré fueron abusadores violentos y depredadores sexuales". "Una cosa buena que me sucedió, fue conocer a mi profesora de inglés de octavo grado. Ella me acogió bajo su cuidado y trató de ayudarme. Me recogía durante los fines de semana y me llevaba a hacer cosas. Era amable conmigo, pero también la molestaron mucho por serlo. Tanto el resto de mis profesores y la administración pensaban que yo era una causa perdida y una pérdida de tiempo". "Eso no la detuvo, y después de que salí de su clase, ella fue consistente a través de los años, manteniéndose en contacto y pasando tiempo conmigo. Yo le hablaba a ella de mi vida, pero nunca le dije que me habían violado. Para cuando estaba en la secundaria, ella trabajaba conmigo para prepararme para la universidad. Cuando ella y su esposo se mudaron a Minnesota, fue un golpe devastador". "Tenía tanto dolor emocional en la secundaria, que empecé a usar drogas. Aun así, sobresalí en el baloncesto y fui aceptada en la universidad. Sin embargo, el consumo de drogas afectó mi capacidad para estudiar y jugar deportes". Un nuevo comienzo Dándose cuenta de que necesitaba ayuda, Janet contactó a su ex profesora de inglés y le explicó la situación. Una vez más, la profesora y su esposo le ofrecieron ayuda. Janet abandonó la universidad y se mudó a Minneapolis, donde se quedó con la pareja por algún tiempo antes de por Melanie Hemry Yo en 1980 La trifulca creada por siete niños que se alistaban para ir a la iglesia casi rompía los vidrios. "¡Ya te dije que no uses mi ropa!" Janet Boynes le gritó a su hermana, a los 13 años de edad. "¡Tú usaste la mía!" "¡No, no la usé!" La casa estaba llena de actividades, mientras todos se alistaban para salir ese domingo en la mañana, cuando, de repente, alguien tocó a la puerta. Una mujer preguntó si podía hablar con la mamá de Janet, y luego hizo un anuncio alarmante: "Tu hijo, Robert, es gay", le dijo. "También es un travesti. Durante el día es Robert y Bárbara en la noche". "¡Ahora entiendo cómo nuestra ropa desaparece!", pensó Janet. Para rematar, la noche anterior su padrastro se había emborrachado—¡otra vez! La casa había quedado en silencio, mientras los niños trataban de reprimir el llanto al presenciar cómo él le pegaba a su madre; sus gritos se habían desvanecido en sollozos que luego pasaron al silencio. A los 13 años, Janet conocía muy bien el ciclo. Su padrastro golpeaba a su madre; su madre se ponía más estricta con los niños—y después, los hacía limpiar hasta que todo quedaba reluciente. Los niños se golpeaban entre ellos. La rabia que gobernaba el hoga r explotaba en forma de peleas en las aulas, peleas en el patio del colegio y guerras en el vecindario. Janet había perdido la cuenta de cuántas veces había sido expulsada de la escuela por golpear a otros niños. "Ahora, terminen de arreglarse para ir a la iglesia", les ordenó su mamá. A Janet le gustaba la belleza del silencio de la Iglesia. Ella absorbía la paz que habitaba en ese lugar. Era uno de los pocos lugares en los que se sentía segura. Ella nunca se sentía de esa manera en su casa; pero allí, cuidada por Dios y sus ángeles, suspiraba con un alivio bendito. Después del servicio, Janet se dirigió al baño en el sótano, sin percatarse de que alguien la estaba siguiendo. Antes de que pudiera darse cuenta, fue arrastrada al cuarto de los calentadores y abusada. ¡No, no de nuevo! El papá de su hermana mayor ya lo había hecho—y ella estaba determinada a no permitir que sucediera otra vez. Sin embargo, sucedió. La violaron. Llorando y jadeando en busca de aire, sp profile.indd 7 5/8/2017 3:14:58 PM

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