LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Agosto 2020

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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LV V C : 1 3 no enseñaba ninguna de las tres cosas. Pero ella necesitaba sanación y fue a la reunión para obtenerla. Muchas veces a lo largo de los años compartió con Bob acerca de esa experiencia. "Bobby, nací de nuevo, fui sanada y llena del Espíritu Santo con la evidencia de hablar en lenguas." Al salir de Houston se fue a Austin, donde su hija asistía a la universidad. Ella y un ministro local guiaron a su hija en el bautismo en el Espíritu Santo. Luego, todos comenzaron a asistir a iglesias del evangelio completo. Reflexionando sobre la situación, Bob se da cuenta que: "Es muy importante plantarse en una buena iglesia del Nuevo Testamento. Nuestra familia fue muy bendecida durante mis años de formación al haber tenido un pastor/evangelista en fuego que estaba en constante búsqueda de las almas y el avivamiento, y que invitaba a ministros sólidos como A.A. Allen." Cuando Bob tenía 14 años, Oral Roberts llegó a la ciudad y celebró una reunión de carpa. Bob se paró junto a un grupo de jóvenes y anunció: "Un día predicaré el evangelio de Jesucristo." Fue en ese momento que reconoció el llamado de Dios en su vida. Sin embargo, cuanto más crecía, el mundo y sus atractivos lo tentaban más y más. Bob creía que tendría que renunciar a demasiadas cosas para seguir a Dios. Sin embargo, tenía que admitir que era difícil escapar de Dios con una madre que oraba por él. Sus oraciones eran como un imán, llevándolo de regreso a donde no quería ir. Tan solo dos semanas antes, Bob había intentado entrar a la casa sin que nadie se diera cuenta muy tarde una noche. Su madre se había quedado dormida en la escalera con la Biblia abierta, esperándolo. Al tratar de esquivarla, Bob tropezó y ella se despertó. La aguja en el velocímetro del Mercury amarillo oscilaba los 155 Km/h. Era el año 1952 y Bob Nichols, a sus 17 años, pisaba el acelerador con todas sus fuerzas. Quería alcanzar los 160… o más. El Mercury era nuevo, pero no tenía la potencia para ir tan rápido como Bob hubiera deseado. Las luces delanteras iluminaban un camino color blanco en medio de la oscuridad. La ruta de doble vía parecía extenderse hasta la eternidad a medida que Bob regresaba a su hogar en Fort Worth desde el este de Texas. Era el verano antes de comenzar su último año en la escuela secundaria y necesitaba regresar a tiempo para comenzar su trabajo veraniego. Los ojos de Bob estaban como arenosos mientras parpadeaba para mantenerse despierto. Su necesidad de velocidad parecía excesiva comparada con la de un adolescente probando sus límites. La verdad era que necesitaba velocidad para huir del llamado de Dios en su vida. Mucho antes de que él naciera, la trayectoria de la vida de Bob y la de su familia habían cambiado. En 1930, su abuela bautista se había ido a la ciudad de Houston en un viaje de negocios. Fue allí donde vio un anuncio en el periódico acerca de una reunión del evangelista Raymond T. Richey. Richey era el Oral Roberts de su época, con milagros de sanidad frecuentes en sus grandes reuniones de avivamiento en carpas. El anuncio del periódico leía: "¡Salvación, sanación y Espíritu Santo!" La iglesia a la que asistía la abuela de Bob

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