LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Agosto 2020

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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LV V C : 2 1 económico o espiritual, solo ocurre cuando la Iglesia comienza a orar y creer en Dios. Eso es así porque somos los que tenemos la autoridad, y se nos ha dado esa autoridad en el Nombre de Jesús. Sin embargo, nuestro problema es que no hemos sabido qué hacer con ella. Legalizando el pecado Vimos un ejemplo hace varios años durante una elección presidencial de los EE. UU. Solo un 50% de los estadounidenses nacidos de nuevo votaron. Eso es triste, especialmente cuando consideras que menos de 600 votos en el estado de Florida determinaron el resultado de la elección general. Fue un caso claro de creyentes que, a pesar de tener la autoridad y el poder para "marcar la diferencia", no se lo tomaron en serio. ¿Por qué sucedió? Además de extrema inacción, sospecho que muchos cristianos realmente creen que Dios simplemente elige a quien quiera para ocupar un cargo político y luego soberanamente los designa en ese puesto. La línea de pensamiento es: Dios es Dios. Él es el que decide. ¿Quién soy yo para atreverme a pensar que tengo alguna infl uencia en el proceso? ¿De dónde sacarían los cristianos tal idea? Bueno, probablemente de sermones; muchos de nosotros hemos escuchado la predicación del extracto de Daniel 4:25 que dice: «…el Altísimo es el señor del reino de los hombres, y que él entrega ese reino a quien él quiere.». Este es el pasaje donde el rey Nabucodonosor de Babilonia soñó que perdía su vasto imperio por un tiempo debido a su orgullo. Al fi nal, porque no hizo caso a la advertencia de Daniel y se negó a reconocer que el Altísimo es el señor del reino de los hombres, y que Él entrega ese reino a quien él quiere», su pesadilla se hizo realidad. A primera vista, podríamos interpretar que las Escrituras dicen: "Dios simplemente da posiciones de autoridad a quien quiera, sin importar". Pero esa no es la verdad total del asunto. Para entender este pasaje, debemos interpretarlo a la luz del resto de la PALABRA de Dios. Entonces, para hacerlo, repasemos el relato bíblico de otro rey. En 1 Samuel 8, encontramos que el pueblo de Israel quería ser como las otras naciones del mundo. Ellos querían un rey. Previo a ese momento, Dios había usado a Sus profetas –Sus voceros–, para guiarlos. Personas como Moisés, Josué y Samuel escucharon la voz del SEÑOR sobre los asuntos de Israel y transmitieron la PALABRA de Dios al pueblo. Dios era Su rey. Sin embargo, esa forma de manejar los diversos asuntos pasó de moda para los israelitas, quienes querían algo nuevo y diferente. Su actitud se convirtió en: ¡Que se encargue el gobierno! Dios le había dado a Su pueblo la oportunidad de buscarlo personalmente, para el bien individual y para el bien de su nación, pero ellos querían delegarle esa responsabilidad a otra persona. Los israelitas no querían enfrentarse cara a cara con Dios. A decir verdad, realmente querían a alguien que no fuera tan "espiritual" como un profeta como su guía; tal vez alguien que en realidad pecara un poco de vez en cuando y, en consecuencia, no fuera tan duro con ellos. En resumen, estaban tratando de descargar su responsabilidad espiritual en otra persona para poder beber cuando quisieran, ser inmorales cuando quisieran serlo… y pecar cuando quisieran pecar. ¡Larga vida al rey! Cuando Samuel se acercó al Señor con la solicitud del pueblo, Dios les entregó lo que solicitaban, pero con esta advertencia: «El rey que ustedes ahora piden les quitará a sus hijos para ponerlos como soldados en sus carros de guerra; unos serán jinetes de su caballería… a otros los pondrá al mando de mil soldados… a otros los pondrá a labrar sus campos y a levantar sus cosechas, y a otros los pondrá a fabricar sus armas y los pertrechos de sus carros de guerra. También les quitará a sus hijas, para convertirlas en perfumistas, cocineras y panaderas. Además, les quitará sus mejores tierras, y sus viñedos y olivares, y todo eso se lo entregará a sus sirvientes. Les quitará también la décima parte de sus granos y de sus viñedos para pagarles a sus ofi ciales y a sus sirvientes… El día que ustedes elijan su rey, lo van a lamentar; pero el SEÑOR no les responderá.» (versículos 11-18). A pesar de la advertencia, el pueblo de Israel todavía exigió: «…tendremos un rey. Así sere- mos como todas las naciones. Y nuestro rey nos gobernará, y saldrá al frente de nosotros y pre- sentará batalla por nosotros.» (versículos 19-20). De lo que no se dieron cuenta en ese momento fue que el pecado mata, ya sea que tengas un rey como líder o a Dios mismo. Sin importar, la paga del pecado sigue siendo la muerte. Entonces Dios le dijo a Samuel: «Atiende su petición, y ponles un rey que los gobierne.» (versículo 22). En otras palabras: "Adelante, dales lo que quieran". Compara ese intercambio con lo que acabamos de leer en Daniel 4: que Él entrega ese reino [posiciones de liderazgo] a quien Él quiere…» O, "¡Soy Dios y soy el que toma las decisiones!" Entonces, ¿cómo es que funciona? La gente toma las decisiones, ¿o Dios? Para responder esa pregunta, ten en cuenta "Dios le había dado a Su pueblo la oportunidad de buscarlo personalmente, para el bien individual y para el bien de su nación, pero ellos querían delegarle esa responsabilidad a otra persona." DIOS y TU Elecciones 2020

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