LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Octubre LATAM 2020

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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estamos destinados a ser pecadores para siempre. Que todos estamos condenados, sin esperanza de ser nada más que injustos ante la mirada de Dios. Sin embargo, lee el versículo en contexto y obtendrás una imagen completamente diferente. Te darás cuenta de que el versículo 23 está entre los versículos 22 y 24, y esos versículos no nos condenan a la maldad en absoluto. Por el contrario, los mismos declaran: «La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en él. Pues no hay diferencia alguna… pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús.» Nota que dice la justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo. Es por fe, no por obras. No es algo que tengas que ganar o lograr. La justicia es un regalo que se ha proporcionado a expensas de Dios para toda la humanidad. Esto es lo que yo llamo "¡El gran intercambio!" Jesús fue hecho pecado con nuestros pecados para hacernos justos con Su justicia. Él sufrió nuestra vergüenza para darnos Su gloria. Estaba condenado a librarnos. Él se enfermó con nuestras enfermedades para que podamos ser sanados y vivir con salud. Fue expulsado de la presencia de Dios para darnos la bienvenida en ese lugar. Se fue al infierno para llevarnos al cielo. «Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia mediante un solo hombre, Jesucristo. Así que, como por la transgresión de uno solo vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno solo vino la justificación de vida a todos los hombres.» (Romanos 5:17-18, énfasis del autor). En otras palabras, ¡la sangre de Jesús resolvió el problema del pecado! Rompió el poder del pecado y puso a disposición de todos Su justicia ante el Padre. Su justicia ante Dios está suspendida en el aire, flotando como una gloriosa nube brillante sobre cada ser humano viviente en este planeta en este mismo instante. Ha alcanzado a todos los hombres. ¡Todo lo que tienes que hacer es aceptarla por medio de la fe! Una vez que lo haces, ya no eres un pecador que está destituido de la gloria de Dios. Eres un santo que, habiendo sido «santificado, mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una sola vez y para siempre.» no tiene «más conciencia de pecado.» (Hebreos 10:10, 2). "Pero hermano Copeland, no soy perfecto. Aunque soy cristiano, a veces sigo pecando. ¿Qué puedo hacer?" ¡Arrepiéntete inmediatamente! Corre hacia tu Padre celestial, confiesa tu pecado y recibe Su perdón (1 Juan 1:9), y deja ese pecado y la conciencia de él en el pasado. La conciencia de pecado se identifica con Adán. La conciencia de justicia se identifica con Jesús, el SEÑOR resucitado, y es tu unión con Él lo que te da poder para mantener el pecado bajo tus pies. Entonces, incluso aun cuando tropieces, mantente siempre consciente de tu justicia en Cristo. Para lograrlo, por supuesto, tendrás que pasar tiempo a diario en la PALABRA. También tendrás que mantenerte alerta porque el diablo tratará de golpearte continuamente. "¡No eres la justicia de Dios!" te dirá. "Sé algunas de las cosas que has hecho. Eres un desastre y Dios ha estado enojado contigo durante mucho tiempo". El diablo nos dice ese tipo de cosas a todos. ¡Pero es una mentira descarada! Dios le dijo al Cuerpo de Cristo en Isaías 54:9: «cuando juré que nunca más las aguas del diluvio volverían a cubrir la tierra: Ya he jurado que no volveré a enojarme contra ti, ni te reñiré.» ¡Dios ya no está enojado! A veces se siente decepcionado, pero nunca se enoja con ningún creyente. Él derramó toda Su ira sobre Jesús cuando se convirtió en nuestro Sustituto, y ahora ni Él ni Jesús están enojados con nadie, más que con el diablo. Recuérdale eso al diablo la próxima vez que venga a acecharte. Cuando intente decirte que estás en problemas con Dios, contraataca y recuérdale que él es el que está en problemas. ¡Entonces sigue tu camino regocijándote al saber que eres la justicia de Dios en Cristo! Obstáculo Nº 3: Falta de comprensión de nuestro lugar en Jesús y Su lugar en nosotros «Hijitos, ustedes son de Dios, y han vencido a esos falsos profetas, porque mayor es el que está en ustedes que el que está en el mundo.» 1 Juan 4:4 Como no puedo enumerar aquí todas las escrituras que quisiera, te daré una tarea: consigue una concordancia y busca los 130 versículos del Nuevo Testamento, desde Romanos hasta Apocalipsis, que contienen estas frases: en Cristo, en Él y en Quien. (Si no sabes cómo usar una concordancia, busca en Google). Haz una lista de esos versículos y tómate el tiempo para escribirlos a mano. A continuación lee cada uno de ellos en contexto. Lee el capítulo completo en el que aparecen, o incluso el libro donde los encuentras. Eso absolutamente cambiará tu vida. ¡Tu fe saldrá impulsada como un cohete! En lugar de pensar en términos de que Jesús está arriba en el cielo y tú aquí en la Tierra, te enfocarás cada vez más en Dios. Crecerás en tu habilidad de reconocer que estás en Jesús y que Él está en ti las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y esa misma capacidad de reconocerlo te hará un valiente guerrero para el reino de Dios. Cuando te mires al espejo por la mañana, te verás a la luz de las Escrituras como 2 Corintios 6:16, donde Pablo escribió: «¡Ustedes son el templo del Dios viviente! Ya Dios lo ha dicho: «Habitaré y andaré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.»». Te verás y pensarás: ¡veo a una persona que habita en Dios! Una vez que esa forma de pensar se convierta en la norma para ti, te convertirás en una pesadilla para el diablo. Atravesarás todos los obstáculos a tu fe y dirás con denuedo cuando ores: "He sido hecho justicia de Dios por la dulce sangre de Jesús. ¡Se supone que debo estar sanado! Se supone que debo ser próspero. Se supone que debo ser BENDECIDO y ser una BENDICIÓN para los demás. Y porque sé quién soy en Cristo, entonces ¡CREO QUE RECIBO!"

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