LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE

Edición Diciembre 2016

LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE - Revista publicada por los Ministerios Kenneth Copeland, disponible gratuitamente para personas que deseen suscribirse.

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Jamás permitas que el diablo te convenza de que tus palabras no hacen ninguna diferencia. ¡Desde el comienzo hasta el final, la Biblia nos enseña que palabras llenas de fe son la clave para todo! Empieza con una decisión de calidad ¿Cómo puedes asegurarte de hablar consistentemente palabras llanas de fe? Primero que nada, la fe comienza escuchando la PALABR A de Dios, así que tienes que abrir tu Biblia e invertir tiempo en escuchar la voz del Espíritu Santo. Tienes que descubrir lo que Dios te está diciendo y alinear tus pensamientos con los Suyos: «Y de desbaratar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5). "¡Hermano Copeland, eso parece muy difícil!" Lo sería si tuvieras que hacerlo por ti mismo, pero no es así. El Espíritu Santo estará allí para ayudarte. Él te guiará y te respaldará con Su poder en cada paso del camino, una vez que tomes la decisión de calidad de pensar, hablar y vivir por fe. Una decisión de calidad es aquella de la que no hay vuelta atrás, y acerca de la que ya no se discutirá. Por ejemplo, es como la clase de decisión que Gloria y yo hicimos hace muchos años acerca de nuestros hijos. Ellos estaban muy pequeños cuando empezamos a ministrar y porque vimos al diablo ir detrás de los hijos de otros ministros, pasamos tres o cuatro días en nuestra cabaña de oración pidiéndole a Dios por ellos. No oramos por nada más en ese tiempo. Solamente sacábamos nuestras Biblias y escuchábamos casetes y los apilábamos a nuestro alrededor. Después escuchábamos, leíamos, tomábamos notas y orábamos en el espíritu. Una vez que tuvimos claro en nuestro corazón y mente que estábamos de acuerdo con Dios, declaramos: "¡No perderemos a nuestros hijos! ¡Hemos hecho la decisión de que nosotros y nuestra casa, serviremos al SEÑOR!" E l S E Ñ O R r e s p o n d i ó inmediatamente. Yo me haré cargo, nos dijo… y absolutamente lo hizo. Hoy día, no solamente nuestros tres hijos trabajan con nosotros en el ministerio, sino que tenemos 10 nietos y seis bisnietos—todos sirviendo al Señor. Todo esto no solo sucedió automáticamente; sucedió porque nos mantuvimos firmes en la PALABRA de Dios y nos rehusamos a permitir que se apartara de nuestra boca. Aú n en los momentos c ua ndo las cosas parecían un poco difíciles, nunca dijimos: "Oh Dios mío, que está sucediendo con estos niños". No, nosotros sabíamos exactamente qué serían. Ellos le pertenecían al Señor porque decíamos lo que Él dice acerca de ellos y permanecimos confiados en que Él haría que sucediera. Con el paso de los años he aprendido, no solamente con relación a mis hijos, sino también en otras áreas de la vida, a ser diligente y cuidadoso de todo lo que digo. Hice mi meta de deshacerme de cada mentira y hablar todo el tiempo con integridad absoluta. Como un luchador quitándose cada gramo de grasa de su cuerpo, me esfuerzo por quitar de mi vocabulario cualquier cosa que no quiero que suceda. ¿Realmente es necesaria esta clase de diligencia? Sí, lo es si quieres que lo que dices tenga el mayor impacto. Dios no puede mantener el poder encendido en tus palabras mientras vayas por ahí diciendo cosas como: "Eso casi me mata del susto. Pensé que me moriría". Por una parte, declaraciones como esas son verdaderamente mentiras. Por otra, usar la muerte para expresarte en un instante y tratar de declarar fe y vida al siguiente no funciona. Si lo haces, te pondrás en una posición en la que, en vez de cambiar tu confesión cuando el diablo te presione con alguna prueba, te mantendrás bien declarando la PALABRA. Tal como Sadrac, Mesac y Abednego, que se rehusaron a doblar sus rodillas delante del ídolo del rey, te rehusarás a arrodillarte ante la presión y, tal como ellos lo hicieron, ¡saldrás del fuego completamente sin quemaduras y oliendo a rosas! Cada paso, es un paso de fe Recuerdo una ocasión al comienzo de mi ministerio, a finales de 1976, cuando comencé a aprender de esto. Yo estaba en la ciudad de Oklahoma enseñando una serie de reuniones, y me desperté una mañana antes del servicio tan enfermo Entonces necesitas pensar nuevamente y estudiar las escrituras, porque son muy claras al respecto: Nuestras palabras obrarán… para bien o para mal, a nuestro favor o en nuestra contra. En los evangelios, Jesús lo dijo una y otra vez: «Pero yo les digo que, en el día del juicio, cada uno de ustedes dará cuenta de cada palabra ociosa que haya pronunciado. Porque por tus palabras serás reivindicado, y por tus palabras serás condenado». (Mateo 12:36-37) «El hombre bueno, saca lo bueno del buen tesoro de su corazón. El hombre malo, saca lo malo del mal tesoro de su corazón; porque de la abundancia del corazón habla la boca». (Lucas 6:45) «Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: "¡Quítate de ahí y échate en el mar!", su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá». (Marcos 11:23) Las epístolas del Nuevo Testamento agregan: «Pero en ese mismo espíritu de fe, y de acuerdo a lo que está escrito: «Creí, y por lo tanto hablé», nosotros también creemos, y por lo tanto también hablamos». (2 Corintios 4:13) «Por lo tanto, hermanos santos, que tienen parte del llamamiento celestial, consideren a Cristo Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos… retengamos nuestra profesión de fe». (Hebreos 3:1, 4:14) Agrégale a esos versículos algunos de los Proverbios y no habrá manera de discutir al respecto: « Con palabras sabias te conseguirás una buena comida…» (Proverbios 13:2). «La lengua apacible es árbol de vida; la lengua perversa daña el espíritu» (Proverbios 15:4). «El necio provoca su propio mal; con sus propios labios se tiende una trampa» (Proverbios 18:7). «Hay quienes, con lo que dicen, logran satisfacer su hambre» (Proverbios 18:20).

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